miércoles, 21 de marzo de 2007

Los apicultores alertan de que la falta de abejas amenaza el medio natural

A medio y largo plazo el Principado de Asturias puede dejar de ser el paraíso natural de las guías turísticas. Muchas especies vegetales están desapareciendo y con ello se ven amenazadas especies de animales emblemáticas en la región, como el oso, el urogallo o el águila.

En la naturaleza todo es una cadena y está empezando a fallar uno de sus primeros eslabones. Casimiro Sixto Muñiz es el presidente de la Asociación Gijonesa de Apicultores (AGA) y alerta sobre los problemas que está ocasionando la falta de protección de las abejas y el acusado descenso en el número de colmenas, lo que repercute en una menor polinización de las especies vegetales y el consiguiente, aunque paulatino, cambio de la capa vegetal de Asturias.

El problema radica en que sólo existen las abejas que cuidan los apicultores, pues las silvestres han desaparecido: 'Desde 1986, a las abejas les afecta un ácaro que las mata. Por eso, los apicultores las tenemos que desparasitar anualmente. Ya han desaparecido todas las colmenas silvestres que existían', asegura Casimiro Sixto Muñiz.

Esta circunstancia, unida al abandono de la actividad agrícola y la presión a la que los apicultores aficionados se ven sometidos por las diferentes legislaciones, han hecho que el número de colmenas existentes en la región descienda de las 65.813 censadas por el Marqués de la Ensenada hace más de cien años a la mitad. Una de las particularidades de los apicultores asturianos es que tienen pocas colmenas. Sin embargo, están muy diseminadas, lo que favorece que las abejas tengan un radio más amplio para poder polinizar flores.

A pesar de todo, la población es escasa, y la naturaleza se resiente. Frutos de alta montaña como el arándano silvestre han visto reducida su presencia en Asturias en un 50% en los últimos 30 años. Además, la mano del hombre se ha encargado de eliminar otros insectos que contribuían a la polinización, a base de fumigar las plantaciones agrícolas. De esta circunstancia también son conscientes otros colectivos, como los cosecheros de manzana, los lagareros, el Colegio de Ingenieros Agrónomos o el Serida. Esta unión ha hecho que las autoridades del Principado hayan comenzado a tomar conciencia de la importancia que las abejas tienen para Asturias.

Pero falta implicar a los ayuntamientos. Incluso los desarrollos de los planes generales de ordenación urbana pueden llegar a ser un problema para la apicultura, pues no permiten la presencia de colmenas en las inmediaciones de zonas en las que se pueden desarrollar zonas residenciales. 'Si en Gijón se van a hacer casas en la parroquia de Vega, ¿qué pasa con las pumaradas de Granda? ¿Quién las va a polinizar?', se pregunta el presidente de AGA. Además, las autoridades municipales también ponen trabas para conceder permisos, al tiempo que cobran hasta 90 euros por una licencia, a los que hay que añadir otros 20 por el libro ganadero que otorga la Consejería de Medio Rural y Pesca, ya que las abejas están consideradas ganado menor y, como tal, hay que censarlas. Precisamente, en esta semanas se termina el plazo concedido por la Administración para que los apicultores censen sus enjambres en cumplimiento de una normativa de la Unión Europea. La posibilidad de que en algunas zonas rurales los campesinos no se hayan enterado de esa obligación y de que se puedan imponer sanciones inquieta a Casimiro Sixto Muñiz, ya que 'muchos pueden dejar su actividad apícola, con lo que todavía disminuirá más el número de este importante insecto'.

Asturias no es una región productora de miel. La actividad sólo cubre el consumo propio o, como mucho, algunos negocios de venta al por menor. Por eso, cualquier traba administrativa que a los apicultores puede hacer que quienes la ejercen decidan prescindir de esa actividad, que sólo es complementaria para su economía.

En la actualidad, la federación asturiana de apicultores cuenta con unos 1.200 asociados, pero con una media de catorce o quince colmenas por cada uno. Eso sí, 'en Asturias tenemos la máxima calidad del producto, ya que, como no nos corre prisa para recoger la miel, sólo lo hacemos cuando las abejas cierran las celdillas de los panales, lo que quiere decir que está en óptimas condiciones', asegura el presidente de AGA. 'La cristalización de la miel es síntoma de calidad, de que es natural. A partir de 45 grados de temperatura empieza a perder propiedades. Por eso, la miel que está licuada no es buena. Hay que tener cuidado incluso al ponerla al baño maría', indica Casimiro Sixto Muñiz.