Multan con 25.800 euros a un apicultor por no disponer de licencia ambiental
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Es
frecuente que el apicultor reciba algún que otro aguijonazo cuando
trabaja en sus colmenas. Incluso hay quien dice que se inmunizan al
veneno mientras que otros sostienen la versión contraria. Pero a Antonio
Álvarez García, que tiene su explotación apícola en Riocastrillo de
Ordás (municipio de Santa María de Ordás), el picotazo por carecer de
licencia ambiental para ejercer la actividad le ha producido una
inflamación de 25.800 euros por cinco multas impuestas por la alcaldía
con carácter definitivo este mes de enero.
Aparte del dolor que pueda causar el multazo en la cartera del sancionado, lo cierto es que la cantidad sorprende por lo elevada, aunque cabe aclarar que se imponen dos sanciones por importe de 75 euros y las demás se jijan en 14.189 , 2.365 y 9.096 euros, en función del número de colmenas en cada punto.
El litigio se produce por la distancia de los colmenares de álvarez a Riocastrillo, inferior a los 400 metros que marca la normativa autonómica sobre apicultura. El incumplimiento del precepto ha motivado que el Servicio Territorial de Agricultura también le sancionara con 1.000 euros (200 por colmenar) por una falta contra la normativa autonómica en materia de sanidad animal que también denunciaba el Ayuntamiento.
La alcaldesa de Santa María de Ordás, Milagros González, resolvió abrir expediente sancionador en materia de protección ambiental contra el apicultor, que no había cumplido el trámite de comunicación previa previsto en la normativa ambiental. En los diferentes emplazamientos —terrenos de su propiedad o de su familia— había instaladas 2, 10, 78, 13 y 50 colmenas (153 en total), que Álvarez García explota desde 1983, según la documentación que presenta.
Álvarez asegura que por sus abuelos conoce la existencia de estos colmenares ya hace 205 años, por lo que no se le puede aplicar con carácter retroactivo la normativa, entiende, aunque la Junta de Castilla y León y el Ayuntamiento rechazan este argumento. El segundo ha resuelto el expediente el 20 de enero, al rechazar las alegaciones del apicultor, para el que el lugar que ocupan sus abejas no estorba a nadie ni resulta peligroso, más en un pueblo que no alcanza la media docena de casas abiertas. Ahora, Antonio Álvarez estudia presentar un recurso contencioso-administrativo. «A los 68 años no me compensa buscar otro lugar» para situar sus colmenas, señala.
Dos años de conflicto
Según la documentación oficial, la disputa comienza en julio del 2012, cuando la Guardia Civil denunció ante el Servicio Territorial de Medio Ambiente el emplazamiento en el casco urbano de 33 colmenas. El Ayunamiento instó a su propietario a que las retirase por no guardar la distancia precisa y por carecer de licencia ambiental, concediéndole dos meses de plazo. Además, se le adviertió de que, en caso contrario, se incoaría un procedimiento sancionador.
Del total de las colmenas, «aproximadamente 10» se colocaron en la vivienda en la que nació el apicultor en 1945. Álvarez recuerda que «en todas las casas había colmenas» e incluso en la parcela junto al lugar en el que se celebraba el concejo, «sin que nunca sucediera nada». Sobre sus colmenares, señala que uno de ellos se encuentra «en el monte, donde no estorba a nadie» y los otros están resguardados por muros y vegetación que obligan a las abejas a entrar a cierta altura, sin interferir con quienes por allí puedan pasar, explicó mostrando las ruinas de un edificio situado junto a uno de los colmenares. «Este siempre fue un pueblo con tradición apícola. Todos tenían colmenas», insistió.
En el procedimiento han intervenido técnicos del Servicio de Asistencia a Municipios de la Diputación y del Servicio Territorial de Agricultura y Antonio Álvarez manifiesta su desacuerdo con la sanción por su cuantía, además de porque «en otros pueblos del municipio hay al menos otras dos explotaciones en casco urbano y nadie les ha dicho nada». El apicultor prefiere que no trasciendan los nombres de estas localidades, con el fin de no perjudicar a compañeros de actividad.
Apasionado de las abejas, Álvarez muestra un reportaje sobre la instalación de colmenas en tejados y terrazas de Nueva York después de que se sacar a la especie de la lista de animales prohibidos de la que formaba parte, junto a tigres y septiembres. «Lo decía Einstein: sin las abejas, al hombre le quedarías cuatro días en la tierra».
Aparte del dolor que pueda causar el multazo en la cartera del sancionado, lo cierto es que la cantidad sorprende por lo elevada, aunque cabe aclarar que se imponen dos sanciones por importe de 75 euros y las demás se jijan en 14.189 , 2.365 y 9.096 euros, en función del número de colmenas en cada punto.
El litigio se produce por la distancia de los colmenares de álvarez a Riocastrillo, inferior a los 400 metros que marca la normativa autonómica sobre apicultura. El incumplimiento del precepto ha motivado que el Servicio Territorial de Agricultura también le sancionara con 1.000 euros (200 por colmenar) por una falta contra la normativa autonómica en materia de sanidad animal que también denunciaba el Ayuntamiento.
La alcaldesa de Santa María de Ordás, Milagros González, resolvió abrir expediente sancionador en materia de protección ambiental contra el apicultor, que no había cumplido el trámite de comunicación previa previsto en la normativa ambiental. En los diferentes emplazamientos —terrenos de su propiedad o de su familia— había instaladas 2, 10, 78, 13 y 50 colmenas (153 en total), que Álvarez García explota desde 1983, según la documentación que presenta.
Álvarez asegura que por sus abuelos conoce la existencia de estos colmenares ya hace 205 años, por lo que no se le puede aplicar con carácter retroactivo la normativa, entiende, aunque la Junta de Castilla y León y el Ayuntamiento rechazan este argumento. El segundo ha resuelto el expediente el 20 de enero, al rechazar las alegaciones del apicultor, para el que el lugar que ocupan sus abejas no estorba a nadie ni resulta peligroso, más en un pueblo que no alcanza la media docena de casas abiertas. Ahora, Antonio Álvarez estudia presentar un recurso contencioso-administrativo. «A los 68 años no me compensa buscar otro lugar» para situar sus colmenas, señala.
Dos años de conflicto
Según la documentación oficial, la disputa comienza en julio del 2012, cuando la Guardia Civil denunció ante el Servicio Territorial de Medio Ambiente el emplazamiento en el casco urbano de 33 colmenas. El Ayunamiento instó a su propietario a que las retirase por no guardar la distancia precisa y por carecer de licencia ambiental, concediéndole dos meses de plazo. Además, se le adviertió de que, en caso contrario, se incoaría un procedimiento sancionador.
Del total de las colmenas, «aproximadamente 10» se colocaron en la vivienda en la que nació el apicultor en 1945. Álvarez recuerda que «en todas las casas había colmenas» e incluso en la parcela junto al lugar en el que se celebraba el concejo, «sin que nunca sucediera nada». Sobre sus colmenares, señala que uno de ellos se encuentra «en el monte, donde no estorba a nadie» y los otros están resguardados por muros y vegetación que obligan a las abejas a entrar a cierta altura, sin interferir con quienes por allí puedan pasar, explicó mostrando las ruinas de un edificio situado junto a uno de los colmenares. «Este siempre fue un pueblo con tradición apícola. Todos tenían colmenas», insistió.
En el procedimiento han intervenido técnicos del Servicio de Asistencia a Municipios de la Diputación y del Servicio Territorial de Agricultura y Antonio Álvarez manifiesta su desacuerdo con la sanción por su cuantía, además de porque «en otros pueblos del municipio hay al menos otras dos explotaciones en casco urbano y nadie les ha dicho nada». El apicultor prefiere que no trasciendan los nombres de estas localidades, con el fin de no perjudicar a compañeros de actividad.
Apasionado de las abejas, Álvarez muestra un reportaje sobre la instalación de colmenas en tejados y terrazas de Nueva York después de que se sacar a la especie de la lista de animales prohibidos de la que formaba parte, junto a tigres y septiembres. «Lo decía Einstein: sin las abejas, al hombre le quedarías cuatro días en la tierra».