miércoles, 22 de octubre de 2014

El 90% de los apicultores de la provincia practican la trashumancia


Extracción de miel de un panal.
Extracción de miel de un panal. / ICAL

  • Andalucía y Extremadura son el destino de miles de colmenas de explotaciones profesionales. 
 La trashumancia es una práctica que se viene realizando en la apicultura, como sucede con otro tipo de ganaderías, desde los orígenes, y supone una manera de poder dar continuidad a la producción, ampliando el ciclo.
Esa teoría, la de desplazarse con el objetivo de obtener una segunda floración, ha ido desapareciendo, en parte, a lo largo de los últimos 15 años, pues hoy en día, tal y como explica el responsable de Coag Salamanca en esta materia, Javier Fernández, «debido a la carestía y al clima, muchos apicultores se ven en la obligación de trashumar por el simple hecho de que puedan sobrevivir de cara a la invernada».
Cuestiones medio ambientales, sanitarias y una mortandad más elevada de lo normal están dando un nuevo cariz a esa trashumancia, el de la supervivencia.
Fernández explica que «se entiende que cuando el número de bajas oscila entre el 5 y el 10%, es algo normal, pero en la actualidad, la mortandad está rondando entre el 30 y el 40%». Su conclusión es que «en estos momentos ya no se trata de producir más, sino de garantizar la supervivencia de las colmenas».
Salamanca es la provincia de Castilla y León en la que se concentran un mayor número de apicultores profesionales, y ese carácter provoca, según Javier, que el 90% de los productores practique la trashumancia desde los orígenes. «La trashumancia ha existido siempre pero de manera más local, a media que se fue profesionalizando, se fue realizando a mayor distancia».
En el caso de estas colmenas salmantinas, Andalucía y Extremadura, zonas como el parque de Monfragüe, son los destinos habituales.
Según los datos del ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (Magrama), Castilla y León es la comunidad con mayor número de explotaciones registradas, con 4.170 de las 25.898 que hay a nivel nacional, lo que supone un 16,10% del total.
De ese cómputo global, 3.672 explotaciones son no profesionales y el resto, 498, profesionales.
En cuanto al censo de colmenas, la comunidad ocupa la tercera posición con 380.698, el 15% de los 2,5 millones de colmenas que se calcula hay en España, seguida de Andalucía y Extremadura.
En Castilla y León, practican la trashumancia 670 apicultores, según esa misma fuente del ministerio.
La interpretación que hace Javier Fernández de ese movimiento que se da de colmenas en la provincia salmantina, es que «en el resto de la región, la apicultura está más fijada al territorio porque el entorno se lo permitía mientras que en Salamanca, estamos obligados, no se dan esas condiciones óptimas de campo». Fernández sostiene que «parece una paradoja pero es la realidad».
Por ejemplo, en Extremadura también se produce de manera habitual esta práctica, y muchas de esas colmenas vienen a parar a Castilla y León pues como asegura Javier, «siempre ha existido una perfecta armonía, ha sido algo histórico».
En lo que al hecho en sí se refiere, el movimiento de las colmenas se lleva a cabo al atardecer, que es cuando todas las abejas están dentro, así tienen más posibilidad de estar más tranquilas ante la ausencia de luz.
El representante de Coag, tampoco deja pasar por alto algunos problemas que se están dando en relación a la Ley de Prevención Ambiental cuya potestad para regular la actividad agropecuaria, queda en manos de los ayuntamientos.

«Están surgiendo dificultades en el desarrollo de esta ley pues cada ayuntamiento la interpreta de una manera y en ocasiones, se está dificultando la trashumancia porque hay obstáculos administrativos».La teoría de Javier es que «hay que coordinar y convivir», al tiempo que recuerda que «el mayor beneficio de la apicultura no es el que obtenemos nosotros sino el valor medio ambiental, tal y como reconocen organismos internacionales».
Sugiere que lo «importante es hacer leyes que faciliten la actividad y no supongan trabas».
Sobre la campaña que acaba de concluir, Javier indica que ha habido un 30% menos de producción en Castilla y León, «y esta es una tendencia que se lleva sufriendo durante los últimos cinco años».
A menor producción, como es lógico, los precios van en aumento, incluso, hay quien habla de precios históricos pero «a pesar de esos precios, no se acaba de compensar ese desequilibrio y la actividad como tal está sufriendo unas pérdidas generalizadas de rentabilidad pues los costes de producción se incrementan y las producciones bajan».
Etiquetado
Otra de las reivindicaciones en las que se sigue insistiendo desde este sector de la apicultura es en el etiquetado y en la necesidad de que el consumidor sepa de dónde procede la miel que está consumiendo.
En la actualidad, en esas etiquetas se puede ver si la miel ha sido producida en cualquier país de la Unión Europea, o si está mezclada con miel de otros países, un indicador que se especifica como «procedente y no procedente».
Tanto desde la Coag como desde las asociaciones de consumidores han denunciado la «falta de información al consumidor que no sabe lo que está consumiendo porque no tiene la información de origen», matiza el apicultor.
España es el país de la Unión Europea que más miel china está importando y en palabras de Javier, «esta miel china se está enmascarando con miel nacional para abaratar el precio a la hora de adquirirlo el consumidor, y para darle un carácter que no tiene, por ejemplo, en cuanto a color y sabor».
El apicultor entiende que «es una competencia muy desleal y nosotros no decimos que esa miel no tenga que estar ahí, pero sí que se sepa de dónde viene».
Hay países como Italia que ya están especificando ese origen por eso la reivindicación del sector y de los consumidores es que el Gobierno obligue a detallar el país de origen en el etiquetado de la miel. En este sentido, el próximo día 28 se desarrollará un acto reivindicativo en Madrid, ante el Ministerio, para que España asuma este compromiso tanto con el sector como con los consumidores.
Por último, se puede añadir que esa competencia desleal provoca que los apicultores, tanto los que están en cooperativas como a nivel individual, no puedan posicionarse en los mercados ya que es imposible entrar a competir en precios con mieles de peor calidad.