Vivir de la abeja o para ella
Yo las cuido y ellas sostienen a mi familia, a la vez garantizan el propóleo que se comercializa en las farmacias para el tratamiento de infecciones, y la miel, el más cotizado producto, en su mayoría se exporta, asegura Eutelio Fajardo Álvarez, uno de los cubanos productores de miel
Eutelio Fajardo Álvarez es uno de los cerca de 270 campesinos santiagueros que viven de las abejas lo que, asegura él, constituye un trabajo bien interesante.
Yo las cuido y ellas sostienen a mi familia, a la vez garantizan el propóleo que se comercializa en las farmacias para el tratamiento de infecciones, y la miel, el más cotizado producto, en su mayoría se exporta, dice.
Esta última puede emplearse como un endulzante, en una crema para la piel, en mascarillas de limpieza facial, en productos para cicatrizar heridas o curas para la garganta y los catarros, agregó.
La miel es, además, un símbolo del amor, el matrimonio, la vida prolífera y la fertilidad, desde antes de nuestra era.
En Babilonia los padres de las novias proveían de cerveza de miel a sus yernos, las madres de las romanas las colocaban en vasijas en el dormitorio de los recién casados, los novios en Teutonia, en la hoy Alemania, bebían su licor por 30 días y aún se llama luna de miel al viaje de la pareja después de la boda.
Vivir de la abeja, pareciera simple si se observa la facilidad con la que montan enjambres en huecos de los árboles o en las esquinas de los edificios, pero criarlas en un apiario resulta más complejo, expresa Fajardo Álvarez, quien por más de 15 años ha seguido la vocación familiar.
De tan laboriosas que son, si resulta buena la floración en apenas 10 o 15 días completan el 75 por ciento de las celdas de la colmena, que es el mínimo exigido para castrar o extraer la miel sin humedad, expresó.
Una abeja obrera solo vive entre 30 y 35 días, tiempo en el que apenas aporta dos cucharaditas del preciado bien con el que se alimentan. Por eso, para lograr una tonelada de miel en un año se requieren de 20 a 25 colmenas con 20 mil abejas cada una, detalla, de ahí que la reproducción es vital.
Requieren múltiples atenciones diariamente que Eutelio comparte con sus dos colegas de empeño, en su finca La Clarita, del municipio santiaguero de Palma Soriano, en la falda de la Sierra Maestra.
Hay que cuidarlas de la varroa, parásito que las mata, y de los pesticidas y plaguicidas, por lo que empleamos controladores naturales, al introducir en la colmena cada 18 días una lámina de zánganos que si bien no producen miel, cumplen esta misión, aseguró.
Como las abejas dependen de las flores para alimentarse, cultivamos cerca de los panales plantas melíferas como el copal, el mango, la lipia, y el bejuco indio, y si azota la sequía practicamos la traumancia, que es el traslado de las colmenas hacia zonas de mejor floración generalmente en la montaña, afirmó.
Igualmente chequeamos que el panal no se quede “huérfano” con la muerte de la reina, caso en el que las abejas hacen un ruido diferente y se interrumpe la vital reproducción del panal, señaló convencido Eutelio.
Ellas son muy precisas y organizadas, según Mayra Revilla Rondón, especialista en genética de la Unidad Empresarial de Base Apícola del oriental territorio, muy conocedora de este insecto.
Las colmenas deben separarse una de la otra para evitar que sus miembros se confundan y las del panal invadido den muerte a la intrusa; deben colocarse a favor del viento y de frente al sol, de modo que les favorezca el vuelo y en cuanto los rayos del Astro Rey calienten la tierra, empiecen a trabajar.
Cada colmena está compuesta por tantas cajas de madera como se estime, con láminas que generalmente se elaboran por los mismos productores, usando la cera que dichos insectos crean.
El hexágono que forman como celdas para depositar la miel se considera en matemática el mejor modo de aprovechar un espacio circular y para que les agrade su apiario hay que hacer un cuidadoso montaje del área y las colmenas.
La reina, centro de las actividades, se traslada a la colmena ya fecundada por entre siete y 11 zánganos que mueren al hacerlo. El llamado “vuelo nupcial” le basta a ella para mantenerse poniendo en sus hasta cinco años de vida, entre mil y dos mil huevos diariamente, explicó Revilla Rondón.
Las obreras viven para trabajar y cada una cumple como en una armoniosa comunidad. Las jóvenes, de tres o cuatro días, limpian y pulen las celdillas, y las maduras construyen el panal, alimentan a las inmaduras, cuidan a la reina, generan calor y recolectan néctar, polen y agua, dijo.
Eutelio Fajardo Álvarez y su familia se sostienen de las ganancias de comercializar anualmente cuatro mil toneladas del multifacético y sabroso producto, pero pareciera que de las abejas no solo se vive, sino que con ellas se aprende a trabajar para vivir de una pasión.