En España se han perdido 9.000 millones de insectos en los últimos años según un fenómeno universal, atribuido a diversos factores aunque ninguno aún definitivo
Misterio. Es la palabra que utilizan incluso los expertos a la hora de encarar la desaparición masiva de abejas. En EE UU han dado la voz de alarma recientemente, pero en España ya se conocía bien el problema y se estima que han desaparecido 9.000 millones de abejas. El cambio climático, los nuevos insecticidas y los teléfonos móviles son tres candidatos entre docenas a explicar el fenómeno que puede limitar drásticamente la polinización y amenazar a la humanidad
Oviedo, J. N.
Las abejas desaparecen. Se diría que es un título sacado de un relato de ciencia ficción, pero es así. Y desde hace años. El fenómeno se produce con fuerza últimamente en EE UU y quizá de ahí su popularización. Pero en España es tan conocido como relativamente antiguo y difícil de atajar. A la hora de las hipótesis explicativas se barajan muchas, pero ninguna convincente.
En su día, Einstein dijo que «si desaparecieran las abejas, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida: sin abejas no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres». Un pronóstico que sonaba a maldición y que se está empezando a cumplir.
Pero ¿por qué desaparecen abejas? Unos afirman que se debe a los insecticidas, a las nuevas modalidades de plaguicidas, que afectarían a unos animales tan laboriosos y sociales como sensibles a los cambios. También se considera como factor de incidencia negativa el transporte comercial de colmenas para polinizar diferentes territorios. Los transgénicos y la modificación genética de las plantas para producir en mayor cantidad y calidad los alimentos tampoco se escapan de las sospechas. En Alemania especialmente se considera como causa más que probable de la desaparición misteriosa de las abejas la creciente actividad de los teléfonos móviles y de las ondas electromagnéticas asociadas al funcionamiento de los celulares. Sobre todo se pone el acento en las antenas, ya que administran elevadas potencias que podrían interferir en el sistema natural de navegación de las abejas, desorientándolas e impidiendo su regreso a las colmenas. Y es que una de las opiniones más extendidas es que las abejas, por la causa que sea, se pierden, no saben volver y mueren agotadas.
En España el problema es bien conocido, aunque no muy popular. En Castellón ya han alertado de que en diez años la provincia se va a quedar sin abejas. Al ritmo actual, cada año desaparecen cerca de 150 millones de insectos de las colmenas establecidas en ese territorio. La opinión más extendida allí es que el fenómeno es una consecuencia negativa más del cambio climático. El experto Enric Simó destaca que «10.000 panales al año se ven afectados por esta situación, conocida como síndrome del despoblamiento», de forma que si el censo es de 100.000 panales, en sólo 10 años podrían desaparecer en su totalidad en Castellón. Efectivamente, la provincia pierde cerca de 150 millones de abejas al año, teniendo en cuenta que cada colmena debe tener, como mínimo, 15.000 insectos para estar en equilibrio.
Pero hay más posibilidades. Una destacada es la barrosis, enfermedad que afecta a la apicultura a nivel mundial desde 1985 y sigue siendo un azote. También el agente patógeno conocido como «Nosema ceranae», que según investigadores de Castilla-La Mancha, comunidad muy afectada, «ha saltado de especie, de la asiática a la europea, y hasta que ésta se acostumbre la está diezmando».
En España se han despoblado 300.000 colmenas que tenían unos 9.000 millones de insectos. Francisco Puerta, especialista en apicultura de la Universidad de Córdoba, destaca que «ningún factor se basta por sí solo para explicar la mortalidad, pero todos pueden contribuir. El origen del problema es sutil y crónico, no agudo».
Por su parte, el biólogo Antonio Gómez Pajuelo apunta el debilitamiento de las abejas debido a años de sequías o heladas. «Los animales tienen que volar mucho para comer y beber, lo que les genera un especie de estrés» que les acorta su vida. Las abejas se renuevan continuamente. En invierno, con poca actividad, pueden vivir hasta cuatro meses. En primavera, no más de dos meses y medio, y en el otoño, normalmente con mayor sequía, aumenta la mortalidad. «Una abeja vive unos 800 kilómetros. En otoño llega a recorrer hasta 20 kilómetros diarios y perece a los 40 días», explica el experto.