Agramunt - Josep Bertran 2007-12-25
Pere Miñambres Boixareu, es el apicultor leridano más galardonado. Su miel ha sido reiteradamente premiada en los concurso que se celebran anualmente en Catalunya. Desde hace unos 25 años que se dedica a esta afición que le apasiona y que le ha dado toda clase de satisfacciones. “Mi hermano mayor me introdujo en la apicultura que se me ha metido en las venas”, comenta con un entusiasmo casi contagioso.
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Tiene medio centenar de colmenas de las que saca una producción media entre 200 y 300 kilos de miel. “Es una miel totalmente artesanal en el sentido de que cuido al máximo todos los detalles, desde que la pintura de las colmenas sea ecológica, una limpieza extrema de todo el material que utilizo, tratamientos no contaminantes, recogida de la miel en el momento adecuado, ni antes ni después para que guarde todas las cualidades y depositar las colmenas en puntos de buenas flores no contaminadas con los pesticidas y herbicidas que utilizan los agricultores”, explica.
Un año que tenía poca producción para vender en la Fira del Torró se presentó con una muestra al concurso que se organizó con motivo del primer, y último, encuentro de apicultores de Catalunya. “Cogí unas muestras de miel del recipiente donde la guardo habitualmente y conseguí el segundo premio. Me sonó a gloria este segundo puesto ante profesionales de toda Catalunya.”
Desde entonces participa habitualmente en los concurso en los que ha conseguido premios en todas las categorías en las que participa. “Por el momento, soy el apicultor leridano con más premios y también soy el único de Lleida que ha ganado un primer premio en el concurso de El Perelló, el más afamado de toda Catalunya”. En el primer concurso que se celebró el Lleida consiguió tres premios de los cuatro del concurso. El concurso de las comarcas leridanas se celebra cada año en noviembre, al final de la temporada, en el cámping de Sant Llorens de Montgai.
Miñambres deposita sus colmenas en los campos de secano de la Ribera del Sió durante los meses de primavera y en verano las traslada a las comarcas del Pirineo. En el Sió la miel es de romaní y en la montaña de mil flores. “Los profesionales, a los que les interesa la cantidad también hace la de alfalfa en los regadíos, pero son mieles de escasa calidad puesto que están afectadas por los tratamientos agrarios”, explica.
“La miel de romaní ha de ser muy clara, si es oscura ya no es tan pura; la de color ámbar es de mil flores, de la primavera; las oscuras proceden de la alta montaña o de las encinas, son muy ricas en minerales. También está la melaza que es muy densa y apreciada por los alemanes”, explica.
La miel para el consumo industrial procede de la China y Argentina mayoritariamente. La del país asiático ha perdido sus cualidades puesto que se ha tratado a altas temperaturas para eliminar los restos de medicamentos y contaminantes que lleva mayoritariamente, “La miel ha de soportar una temperatura máxima de 40 grados. Si hay que calentarla conviene hacerlo al baño maría”. Sus propiedades curativas y antioxidantes están más que comprobadas. Actúa como cicatrizante, es preventiva para los resfriados, entre otros muchas cualidades”, según el apicultor que habla sobre el tema con una gran pasión.
Desde que se inició en esta actividad la apicultura ha registrado muchos cambios, todos a peor. “Con cinco o seis colmenas recogía la misma miel que ahora con cincuenta o sesenta”.
Además de los efectos medio ambientales que afectan a las flores las abejas tienen muchos problemas que antes no tenían. “Has muchas teorías sobre las causas de estas afecciones. Desde los cultivos transgénicos, a los efectos de las radiaciones de los teléfonos móviles, el cambio climático, yo creo que es una suma de todo. La realidad indica que las abejas van desapareciendo y esto podría afectar muy negativamente a los humanos”.