Vecinos de localidades receptoras y apicultores piden que se regule la práctica creciente del manejo trashumante de miles de colmenas, que acuden a la floración de plantas apreciadas
L. Urdiales Lugarredacción
Otra muesca para la pérdida de valor añadido de la materia prima de León. Productores del centro y sur de España acuden a esta provincia con sus colmenas en agosto y septiembre en busca del jugo de la brecina, un tipo de arbusto que se extiende por valles del centro y este leonés, en el tercio norte, y que favorece la obtención de una miel de un gran valor por sus propiedades diuréticas, antisépticas y astringentes. La brecina, que en la edad media se utilizaba para tratar afecciones renales, es el objetivo de miles de colmenas que se manejan cada verano a modo de trashumancia. Camiones repletos de colmenas ponen rumbo al medio Porma, Esla o Cea para trabajar la flor púrpura de la brecina que se extiende como un tamiz por las lomas de los valles leoneses. Cuánto más atípico sea el verano, con más vicio crece. La invasión de estas abejas nómadas, cada vez más notable, comienza a incomodar a las localidades receptoras, cuyos vecinos ya han dejado muestras de descontento por el riesgo que corren con la laboriosidad de las inquilinas. Ya se han producido varias denuncias, por los ataques de las abejas, dispuestas, al parecer, cerca de lugares concurridos.
Algunos apicultores ven asomar la competencia desleal en el proceso: la miel, que sale de la flor de la brecina de León, da lugar a un producto que luego se vende con marca de otro lugar y que, además, compite con la que elaboran los profesionales de esta provincia. Lo que sí está demostrada es la escasa regulación que limita la localización de los colmenares temporales; basta un camión, una guía de traslado y un lugar adecuado para completar la trashumancia. En León buscan brecina los apicultores que ahora trabajan el romero y en junio buscarán tomillo. Al finalizar septiembre las colmenas retoman el camino del sur, después de lograr la materia prima que le aporta a el color rojizo y los principios activos más apreciados de todos los tipos de miel que salen de la inagotable riqueza vegetal de los montes leoneses.