domingo, 15 de marzo de 2009
cada vez más agricultores alquilan colmenas Las abejas toman los frutales
Cada vez más agricultores deciden alquilar colmenas para aprovechar la acción polinizadora de los insectos en sus plantaciones
EL zumbido de las abejas reinará en los campos de cerezas. La floración del árbol arrancará en pocas semanas y los insectos llegarán a su particular paraíso.
Ellas colman su apetito y los árboles aceleran su polinización gracias al polen que depositan las abejas. Son un matrimonio bien avenido que mejora la producción de los frutales.
De esta unión de intereses se dieron cuenta los agricultores y apicultores y empezaron a trabajar juntos. El acuerdo es muy simple: el agricultor alquila las colmenas durante la floración y el apicultor gana un dinero extra por dejar las abejas en los frutales un tiempo y bajarlas del monte, su hábitat natural para producir miel. Los buenos resultados han terminado por disparar la práctica y han hecho que, en pocos años, se haya generalizado el uso de las abejas como polinizadores.
Uno de los pioneros en el asunto fue Anastasio Marcos, un conocido apicultor de Las Hurdes. Anastasio descubrió que, en Estados Unidos y Canadá, muchos apicultores se dedicaban, más que a la producción de miel, a la polinización en frutales. Pensó que ese mismo uso se podía extrapolar a Extremadura.
Después de varios estudios que lo avalaban, probó suerte. Su primera campaña en los frutales fue en 1990 con unas pocas colmenas. Ahora cuenta con más de 500 que polinizan en La Vera y en los regadíos del Guadiana.
Anastasio recuerda que empezaron dando charlas a los agricultores y presentándoles resultados. Campaña a campaña, se fueron sumando y empezaron a alquilar colmenas. «Los resultados eran evidentes, tanto en cantidad como en calidad de los frutales».
Marcos se dedica estos días a polinizar ciruelas. En pocas semanas hará lo propio con las cerezas. En mayo le tocará el turno al melón y la sandía, y en junio con los girasoles. «Está demostrado que las plantaciones de girasoles con abejas tienen hasta un 40% más de producción que el resto».
De momento, la polinización es sólo una renta extra que alivia los bajos precios que pagan por la miel. Este año cada agricultor suele pagar en torno a los 16 euros por colmena que permanece en sus frutales.
Según Marcos no es, «ni mucho menos» un precio elevado porque en Estados Unidos pagan 114 euros. Si el uso se generaliza, algunos apicultores pueden plantearse dedicarse exclusivamente a la polinización, tal y como ocurre en Estados Unidos. Esta especialización requiere perfeccionar algunas técnicas de apicultura. Entre ellas, por ejemplo, bajar sólo colmenas con reinas nuevas. Son las que más huevos ponen y, por tanto, las que más néctar van a demandar a sus trabajadoras. Cuanto más trabajen las abejas, mejor para los frutales.
Aunque pueda resultar un negocio redondo, no todos los apicultores quieren llevar sus colmenas a los frutales. Prefieren mantenerlas en el monte ya que en los frutales corren peligro por culpa de los productos fitosanitarios que se utilizan en algunas explotaciones agrícolas.
Marcos recuerda que, en los primeros años, la mortalidad de abejas en la polinización era «más que elevada» por los «agricultores desaprensivos».
El que paga por tener las colmenas no utiliza estos tratamientos, aclara. El problema viene porque las abejas suelen trabajar en un radio de dos o tres kilómetros alrededor de la colmena, y esto hace que también polinicen en plantaciones vecinas que sí utilizan productos fitosanitarios.
Lo normal es que los agricultores no curen sus plantas cuando polinizan las abejas, o que avisen de que van a hacerlo para retirar las colmenas. Pero la convivencia entre abejas y fruteros no siempre es perfecta. De ahí el miedo de muchos apicultores.
A pesar de todo, Marcos recuerda que, con el paso de los años «los agricultores se han ido mentalizando, y han empezado a tener en cuenta la presencia de las abejas en los frutales». Sobre todo, porque ellos son los principales beneficiados de este uso.
«Ningún apicultor lleva sus abejas a morir», sentencia Marcos. Para evitar daños mayores, los colmeneros vigilan cada dos o tres días el estado de las colonias.
Otra opción es trabajar sólo con plantaciones ecológicas, que no utilizan ningún tipo de curas. De hecho, desde hace unos años, el propio Anastasio Marcos ha optado por realizar las campañas de polinización sólo en explotaciones ecológicas para evitar riesgos. Extremadura es una de la comunidades con más frutales de este tipo y la posibilidad de polinizar de esta manera crece cada año.
Otros de los inconvenientes es el desplazamiento que sufren algunas colmenas en los frutales. Una vez que lleguen al campo, no deben moverse, pero en algunos casos, a pesar de las advertencia de los apicultores, los agricultores las mueven. Muy imprudente, porque sólo un metro puede desorientar a las abejas.
Todos estos temores hacen que la polinización no se conciba igual en las dos zonas apícolas de la región. Ramón Rodríguez, de la cooperativa de segundo grado Euromiel, que aglutina a la mayor parte de los productores de miel del norte de Cáceres, certifica que en la actualidad «son muchos» los apicultores de Las Hurdes que se prestan a la polinización, llevando incluso las colmenas a las zonas de regadío de Badajoz.
Menos en La Siberia
En cambio, desde la cooperativa Montemiel de Fuenlabrada de los Montes, en La Siberia, creen que la polinización es una práctica minoritaria por los apicultores de la comarca.
Uno de los que sí ha dado el paso es Emilio, quien traslada parte de sus colmenas estos días cerca de ciruelos de las Vegas del Guadiana.
Suele trabajar con otros apicultores de su familia, y entre todos, mueven 800 colmenas para polinizar. En realidad, a Emilio lo avisaron, no fue una opción que él buscó. Hace ocho años el propietario de una explotación de ciruelos le llamó y le propuso alquilarle las colmenas durante la floración. Pensó los «pros y los contra» de aquella operación y llegó a un acuerdo.
Desde entonces, cada año repite la operación. Dice que muchos de sus compañeros no lo hacen ni aunque le paguen el doble porque temen que el daño sea mayor que el beneficio. «Si la miel valiera lo que debe, no necesitábamos bajar las colmenas a los frutales, pero tienes que buscar la rentabilidad a tu oficio, y esto es una oportunidad».
Emilio se queja de las dificultades con las que lidia todos los días en su trabajo. A las dificultades de buscar un emplazamiento ideal parar las colmenas, se une el bajo precio de la miel.
«En realidad estamos haciendo una función medioambiental impagable y muy pocas veces se acuerdan de nosotros». Emilio también aclara que en en contra de lo que pueda parecer, los frutales no es el mejor lugar para las abejas. Aunque algunos agricultores creen que las colmenas aumentan su producción de miel en los frutales, Emilio defiende con rotundidad que lo mejor para ellas son las flores del monte.
De hecho, reconoce que intenta no tener mucho tiempo las abejas en los frutales para evitar que el daño sea irreversible.
El néctar de las flores del ciruelo es muy pesado para las abejas, y no es precisamente el que más les atraiga «Pero si le ponemos en un campo de ciruelos lo cogen, porque es lo que hay».
El ciruelo
El ciruelo ha sido una de las variedades más beneficiadas por la polinización de las abejas. En Caval, la cooperativa de frutas de Valdelacalzada, han visto cómo en los últimos años la producción de esta fruta se ha disparado. La rentabilidad económica del fruto ha hecho que cada vez se plante más.
Lo que está por ver es la aportación de las abejas a esta rentabilidad económica. José Aurelio, ingeniero técnico agrícola de Caval, reconoce «imposible» estimar el aumento de producción en los ciruelos gracias a la intervención de las abejas. Eso sí, asume que es «más que evidente» el incremento de los rendimientos en plantaciones que tienen a los insectos como agentes polinizadores.
Un dato que avala esta tendencia es que hace 10 años apenas se utilizaban las colmenas y, al día de hoy, lo hacen todos los que plantan ciruelas. Aunque no hayan estudios exactos, es significativo que el aumento de las hectáreas de ciruelos que se plantan coincida con el uso de las abejas.
El factor climatológico también impide conocer el impacto real de los insectos en los frutales. Si la floración del árbol se da en días despejados y soleados, el resultado será mejor que si lo hace con lluvias y nublados. Los insectos no salen de los panales con mal tiempo.
Emilio, el apicultor de Fuenlabrada de los Montes, tampoco tiene datos exactos sobre la incidencia, pero él mantiene una idea rotunda: «si no fuera por las abejas, los ciruelos no serían rentables». Por eso defiende que el precio del alquiler sea más alto. «En Cataluña pagan hasta 30 euros por cada colmena, y aquí casi la mitad».
Pero no todos los árboles frutales necesitan de las abejas para ser rentables. En Caval explican que, por ejemplo, al melocotón, otra de las variedades que más se ha extendido en la zona, le resultaría perjudicial ya que se trata de un fruto que no necesita polinizadores.