jueves, 8 de julio de 2010
FAPAS: recuperar la abeja en estado silvestre y reforzar la polinización en los ecosistemas de montaña
La abeja (Apis mellifera) en estado silvestre se encuentra prácticamente extinguida en la Península Ibérica. En estas circunstancias, la labor que realizan los apicultores manteniendo sanas las colmenas en explotación es vital. Sin embargo, tan fundamental labor no es socialmente reconocida. Como dijo Einstein: “Si la abeja desapareciera de la superficie del globo, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida. Sin abejas no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres”. El FAPAS (Fondo para la Protección de los Animales Salvajes) está realizando un encomiable esfuerzo llevando a cabo un proyecto de recuperación de la abeja en estado silvestre y un reforzamiento de la polinización en ecosistemas de montaña en la Cordillera Cantábrica. Roberto Hartasánchez, presidente del FAPAS, habla claro sobre las razones, las claves, las causas y consecuencias de esta problemática y la falta de acción de la administración. Explica, en esta larga y fructífera charla, todo el proyecto que están desarrollando.
Roberto, ¿en qué año comenzasteis la instalación de las primeras colmenas en la Cordillera Cantábrica y qué resultado dieron?
La instalación de las primeras colmenas en zonas oseras con las que comenzamos el proyecto fue en el año 2000 y el resultado fue absolutamente catastrófico. Y es que todas las colmenas que fuimos colocando en zonas de montaña el oso se las iba zampando una a una. Como máximo duraban un año, año y medio. Eso nos obligó a modificar la estrategia. Empezamos a montar las Estaciones de Polinización utilizando algún tipo de edificación, sobre todo cuadras.
¿Y cortinos? [Construcciones de piedra de planta circular de altos muros para proteger los colmenares]
Estamos ahora recuperando los que hemos comprado. El problema que tienen los cortinos es que normalmente están en una situación muy deteriorada. Recuperar un cortino conlleva un enorme esfuerzo y un coste económico muy elevado. Entonces lo que hemos hecho hasta ahora es utilizar la gran cantidad de cuadras que hay por las zonas de montaña. Pero también el oso entra en las cuadras que tienen las colmenas trepando por la pared, subiéndose al tejado, accediendo por donde pueden. Con lo cual, hemos llegado a la conclusión de que la única forma de poner colmenares en zonas de montaña es ponerlas menos dispersas, reunidas en Estaciones de Polinización y con un sistema de seguridad anti-osos garantizado, con un cierre perimetral de un área con una estructura metálica y con un sistema de electrificación alimentado con paneles solares.
¿Cuántas colmenas entran en cada Estación de Polinización?
Depende. Tenemos estaciones con 60-70 colmenas y otras con 10, depende de la zona. Este año hemos colocado una estación en el Puerto de Ventana a 1.300 m de altura, que en parte es experimental porque vamos a ver la posibilidad de mantenerlas allí y no hacer trashumancia con ellas. Son zonas muy frías, así que a parte del cierre perimetral hemos hecho una estructura aérea para que la nieve no las cubra. Un tanto del tamaño de la Estación de Polinización viene en función de la accesibilidad que tenga.
¿Cuántas abejas contiene cada colmena?
Una colmena puede tener entre 30.000 y 40.000, y hasta 60.000 abejas en las colmenas grandes. Esto es muy importante porque resalta el papel fundamental que tiene la abeja como agente polinizador. Hemos diseñado también un tipo de colmena en donde el oso puede comer la miel pero no puede destruir la cámara de cría donde está la reina porque hay una plancha metálica; además de que están hechas con una estructura de hierro, madera y hormigón. Este tipo de colmena es muy grande y es la que puede llegar a albergar una colonia de hasta 60.000 abejas.
¿En qué parte del territorio de la Cordillera Cantábrica estáis trabajando?
Asturias, León y Palencia. Por ejemplo, en Teverga (Asturias) estamos trabajando con colmenas orientadas a proporcionar al urogallo frutos como el arándano. Como sabes, es fundamental este fruto para su supervivencia. Por otra parte, junto a la Fundación Biodiversidad hemos distribuido unas 600 colmenas a gente joven que están interesados en la apicultura en la Cordillera Cantábrica. El objetivo es favorecer el mantenimiento de la apicultura como una actividad tradicional. Ahora está más en manos de gente mayor. Pero la gente se va muriendo y la caída de la actividad apícola va de la mano con la despoblación rural. Hemos visto entonces la necesidad de una línea de trabajo: intentamos motivar a que la gente joven pueda coger el relevo. Todavía estamos en el proceso de evaluación. Dentro de tres o cuatro años veremos cuántos se han mantenido como apicultores.
Tengo entendido que el principal problema de la desaparición de las abejas silvestres es el ácaro varroa.
Sí, el ácaro varroa (Varroa jacobsoni oudeman) es el problema que condiciona la aparición de otras enfermedades. El ácaro, o bien debilita de tal forma la colmena que la mata directamente, o bien la sitúa en una situación de indefensión a las enfermedades oportunistas y éstas acaban con ella. Si la colmena estuviera fuerte podría actuar contra estas enfermedades oportunistas (por ejemplo la 'loque', típica enfermedad de las abejas pero que no es mortal). Este parásito se introduce en Europa a través de Rusia por la importación de abejas asiáticas infectadas. Sin embargo, la abeja asiática tiene capacidad de resistencia. Las abejas europeas no tienen mecanismos de defensa contra el ácaro. Millones de colmenas silvestres han muerto de esta forma. La población de abejas en estado silvestre podemos decir que está prácticamente extinguida. Encontramos abejas silvestres pero muy probablemente porque se escapan de enjambres domésticos, pero una vez que están de nuevo en libertad la capacidad de supervivencia de la nueva colmena no supera los dos años. Sobrevive la abeja en condiciones de control humano debido a la aplicación de tratamientos fitosanitarios específicos.
El apicultor se ha convertido entonces en una pieza fundamental para los ecosistemas.
El apicultor tiene en estos momentos una responsabilidad sobre sí enorme. Su actividad es posiblemente la actuación que mayor beneficio ambiental genera en los ecosistemas. Y curiosamente la apicultura, desde el punto de vista industrial, está absolutamente denostada en el ámbito agrario: a los apicultores se les queman los montes. Los incendios son elementos terroríficos que diezman drásticamente la productividad de las colmenas. Parece como si nadie fuera consciente del daño que se le está haciendo a un apicultor cuando se quema un monte. Por tanto, la apicultura tendría que estar potenciada y valorada desde todos los ámbitos administrativos. Y, sin embargo, la administración pone todas las trabas habidas y por haber para impedir que alguien ponga colmenas en el monte. Un apicultor por tener abejas en el monte tiene que pagar impuestos. Claro, cuando tendría que ser totalmente al revés: estar subvencionado y tener ayudas por la labor tan fundamental que están realizando. Y, por ejemplo, en el caso de Castilla y León se tiene que hacer un estudio ambiental para instalar colmenas en el monte como si las colmenas fueran un elemento negativo para la calidad ambiental del territorio. Queda en este campo muchísima labor por hacer.
Es realmente insólito.
Y aún hay más. Hay un fenómeno curiosísimo: la abeja ha desparecido bajo la mirada vigilante de todo el ente científico de este país sin que se enterasen. Nadie ha dado la voz de alarma de la desaparición de las abejas. Aunque fueran conscientes, no se ha asumido la responsabilidad de actuar con una serie de respuestas eficaces. Es un hecho insólito lo que está sucediendo con la apicultura, la falta de acción sabiendo que la polinización es la clave del sostenimiento de las estructuras vegetales. Por fortuna, nos quedan polinizadores de segundo rango como las abejas solitarias, los abejorros, escarabajos, mariposas, hormigas… Pero claro, mientras que un enjambre de avispas tiene 200-300 ejemplares, un enjambre de abejas tiene de media 40.000 individuos, como decíamos antes. El impacto polinizador es determinante en el caso de la abeja. Además, es muy importante porque el territorio ha evolucionado desde hace miles de años condicionado por la presencia de la abeja como principal polinizador, hasta tal punto que muchas plantas están especializadas en este tipo de polinizador.
¿Cómo está afectando la baja polinización a las arandaneras y en consecuencia al urogallo?
El arándano es clave en la ecología del urogallo. Tanto por los frutos como por los insectos asociados. Los pollos de urogallo -que son nidífugos como todas las gallináceas- no comen frutos, comen insectos, y éstos se encuentran en las plantas de las arandaneras. Fíjate, para muchos, lo que está haciendo el Fapas con su proyecto de recuperación de la abeja en estado silvestre y el reforzamiento de la polinización es una tontería. Hasta el punto que en una entrevista que tuve con el catedrático aquí en Asturias que se ocupa de organismos y sistemas ecológicos, que sería precisamente el que podría tener más conocimiento sobre la ecología de sistemas, le pregunté: ¿habéis valorado que probablemente la falta de polinización podría ser causa de la desestabilización del hábitat y la consecuente caída de población del urogallo? ¿Sabes que me respondió en menos de un segundo? No. Ni lo reflexionó. Y es el catedrático de ecología de la Universidad de Oviedo. ¿Qué es lo que sucede? Que seguro que le da importancia, pero no es su idea. Y en este país, por desgracia, no se apoya nada, por valor que tenga, si no es “mi idea”.
Y eso que la situación del urogallo empieza a ser crítica.
Y a estas alturas todavía estamos preguntándonos por las causas. Y se sigue sin hacer nada, sin actuar, y la población de urogallo está decayendo en picado. A lo mejor habría que empezar a reflexionar que cuando los ecosistemas de montaña estaban humanizados y utilizados, y la mayor parte del territorio ocupado sosteniblemente, entonces había urogallos por todos los lados y no estaban en ninguna situación de peligro de extinción. Ahora apreciamos que el hábitat en donde el hombre no interactúa, generalmente, la fauna se va. Quizá habría que plantearse que puede ser un fenómeno más, y un fenómeno importante, en la regresión de la población del urogallo. Para hacerse una idea, la polinización de una arandanera es un 75% menor si no cuenta con la polinización que le procura las abejas. La arandanera queda sometida entonces a la polinización de insectos secundarios que son menos eficaces. Entonces, la apicultura tiene un papel importantísimo, y el apicultor es una pieza fundamental, y sin embargo tiene encima una normativa absolutamente restrictiva que le hace la vida imposible.