domingo, 2 de enero de 2011

Las abejas salen zumbando


El misterioso «síndrome del despoblamiento» y la presencia de dos parásitos ponen en peligro la producción apícola asturiana
Oviedo,

María José Iglesias

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Un peligro mortal acecha las 28.000 colmenas asturianas. Dos parásitos, la varroa y el nosema, siembran la destrucción en los panales y matan miles de abejas. Cuantificar las bajas es complicado. Los apicultores estiman pérdidas de un 30 por ciento de insectos por colmena. Un enjambre puede tener hasta 100.000 «inquilinas». Son un ejército con millones de efectivos que se enfrentan a una demoledora epidemia.

A los parásitos les acompañan otros «misterios». Silenciosamente, las abejas desaparecen, en España, primer productor de miel de la Unión Europea, y en Asturias. Además de la varroa, que vive de la sangre de las abejas, y el nosema, que ataca el aparato digestivo de los insectos, algunos meten en la coctelera mortal el cambio climático, los pesticidas, la calidad del polen e incluso las radiaciones de los teléfonos móviles. Todo en conjunto ha sido bautizado como «síndrome de despoblamiento de las colmenas».

La mecánica es siempre la misma. De pronto, un día las colmenas se quedan desiertas, sin rastro de cadáveres de abejas. Varios trabajos de investigación realizados en España y Francia lo achacan también al uso de «neonicotinoides», que provocan la pérdida del sentido de la orientación en los insectos.

El caso es que los 1.269 apicultores asturianos, de los que sólo unos veinte son profesionales, observan con horror que las colmenas pierden músculo.

El pasado invierno, el más crudo en décadas, ha sido demoledor. El frío ha debilitado los insectos. La consecuencia es que los ácaros han encontrado vía libre para matar. Los apicultores están hartos de ver cómo las enfermedades acaban con las abejas.

En realidad, es un círculo vicioso. Al disminuir la población de abejas, se dispara la varroa. Christian Ozers, de Cabranes, presidente de la Federación de Asociaciones de Apicultores de Asturias (FAPI), constata que la población de abejas en Asturias baja de manera alarmante. No obstante, para Ozers el problema más grave de la apicultura asturiana es el despoblamiento rural. «Si no hay quien cuide los enjambres, no sobreviven».

La ausencia de abejas también altera el ecosistema. El principal beneficio de los insectos más laboriosos es la polinización. La Asociación de Cosecheros de Manzana ha implantado colmenas en las pomaradas para facilitar la labor. En las zonas de montaña la presencia de abejas facilita la vida al oso pardo y al urogallo. Así ha sido durante siglos.

Para Ozers, la famosa «huida» de las abejas es la suma de un amplio elenco de enfermedades derivadas de la presencia de parásitos. El alto Aller es la zona que sufre con mayor virulencia la mortalidad de las abejas. Ozers asegura que a pesar de los problemas, la apicultura tiene futuro y proyección en Asturias. La apicultura requiere una inversión mínima. La miel se recolecta directamente de los panales y apenas requiere tratamiento, aparte del envasado. Alrededor de la actividad se desarrolla la producción de velas e incluso proyectos de educación ambiental.

La producción oficial de miel en la región alcanza 600.000 kilos anuales. La mayor parte se vende en ferias. Un pequeño porcentaje se comercializa a través de distribuidores nacionales y llega a otras comunidades. El precio medio por kilo alcanza los siete euros. Asturias lidera el consumo de miel en España, con 1,4 kilos de media por habitante. La media española está en medio kilo.

Por la región se reparten varias asociaciones de apicultores. Una de las más numerosas es la de Gijón, que cuenta con más de 300 socios. Santos González, vocal y ex presidente de esta entidad, lamenta que los tratamientos cada vez son menos eficaces. En lo que va de año ha perdido cinco colmenas por estas enfermedades. «Las tratamos en otoño y en primavera, pero el parásito muta y se va volviendo inmune», indica. La abeja asturiana, más pequeña y oscura que sus «primas» del centro y sur de la Península, es un tesoro de la fauna regional. Ha sido objeto de estudio en la Universidad de Córdoba. El director general de Ganadería, Luis Miguel González, asegura que Asturias puede llegar a ser una potencia apícola. Eso si sobrevive a los parásitos.