La producción apícola cuenta con una larga tradición y cuatro variedades básicas, según la especie polinizada: castaño, eucalipto, brezo y mil flores
Oviedo, M. J. IGLESIAS
Los apicultores citan con frecuencia una frase atribuida a Einstein: «Si la abeja desapareciera de la Tierra, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida; sin abejas no hay polinización, ni hierba, ni animales ni hombres».
Aunque la afirmación parezca algo exagerada, Christian Ozers la suscribe y aprovecha para reclamar mayor protección para el sector apícola regional. Los apicultores cuentan con varias líneas de ayudas. La principal llega a través del plan apícola nacional, del que se beneficiaron en 2009 un total de 17 productores -uno de ellos la Federación de Asociaciones de Apicultores-, que se repartieron 100.000 euros. Otras subvenciones llegan a través de la prima de polinización, que en 2009 distribuyó 117.500 euros entre 130 apicultores.
En Asturias se elabora desde hace siglos miel de brezo, de castaño y de mil flores. Lo de las mil flores no es una metáfora. Los científicos han constatado que las abejas asturianas polinizan más de novecientas especies de plantas. La llegada del eucalipto también proporcionó nuevas variedades. Precisamente el principal encanto de la región reside en la existencia de diferentes zonas de producción, que dan lugar a varios tipos de miel.
En el Occidente predomina la de brezo, recolectada por los «abejeiros» en municipios como Boal, Allande y Cangas del Narcea. En las Cuencas y en la zona central de Asturias la reina es la miel de castaño, y en la franja costera, la de mil flores y de eucalipto.
Los apicultores defienden que las abejas aseguran la fecundación del 60 al 80 por ciento de las especies vegetales. Desde hace millones de años estos insectos obtienen su ración de alimento de las flores y realizan una tarea silenciosa y poco valorada: la polinización.
La apicultura en Asturias es una tarea tradicional. El primer censo de colmenas en Asturias data del siglo XVIII. Está incluido en el catastro del marqués de la Ensenada y en esa centuria anota más de 65.000 colmenas. En aquella época sus pobladoras eran las abejas silvestres que se encontraban por todos los montes. Ahora apenas quedan.