sábado, 31 de marzo de 2012
LAS ABEJAS PARA DETECTAR LA TUBERCULOSIS
Articulo escrito por Miguel Vicente, Profesor de Investigación del la Agencia Estatal Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)
El 24 de marzo es el día de 2012 en el que la Organización Mundial de la Salud quiere llamar la atención sobre el azote que la tuberculosis, una infección que por un momento se creyó superada, supone para la salud de los seres humanos más pobres. A la dificultad de curarla, porque el bacilo que la causa permanece aletargado en los pulmones de los enfermos, se añade lo difícil que es diagnosticarla, muy en especial en los países donde los recursos económicos son más bajos, precisamente donde la enfermedad más ataca. Por eso el descubrimiento de que las abejas pueden oler algunos compuestos que produce el bacilo de la tuberculosis en las personas infectadas tiene que despertar la esperanza de que la batalla contra esta enfermedad puede resolverse.
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Las abejas en el colegio. En la imagen se observan las abejas colocadas en un pupitre y listas para ser estimuladas con aromas florales.
El diagnóstico de la tuberculosis en los países ricos se realiza normalmente por una tinción específica del bacilo que luego se observa al microscopio y que puede ir seguida por el cultivo de las muestras y un análisis molecular que identifica al patógeno y sus posibles resistencias a los antibióticos. Si bien se ha progresado bastante en las técnicas de diagnóstico molecular para simplificarlas y hacerlas independientes de costosas instalaciones hospitalarias que no existen en los países pobres, todavía queda mucho por hacer para que el diagnóstico de la tuberculosis pueda hacerse con facilidad a los más desfavorecidos.
Investigaciones realizadas por científicos de Nueva Zelanda encontraron que de los cultivos de Mycobacterium tuberculosis y Mycobacterium bovis, dos de las bacterias que causan la enfermedad, se desprenden pequeñas cantidades de cuatro aromas florales volátiles que no están presentes normalmente en el cuerpo humano. Un paso más fue detectar que uno de ellos, el metil nicotinato, se encuentra, aunque en poca cantidad, en el aire exhalado por personas infectadas con tuberculosis y en cuyos esputos se había detectado el bacilo. La cantidad exhalada al respirar es tan pequeña que no se puede detectar con los dispositivos de nariz electrónica, que hubieran sido una buena herramienta para el diagnóstico.
El que los compuestos que produce Mycobacterium sean de naturaleza floral llevó a los investigadores a pensar que quizás las abejas, diestras en ir de flor en flor para recolectar el polen, bien podrían tener la habilidad de detectarlos. En efecto, las abejas no solo se han mostrado capaces de detectar perfectamente el olor del metil p-anisato, del metil fenilacetato, y del metil nicotinato, tres de los aromas que produce el bacilo de Koch, sino que además se las puede entrenar para que aprendan a reaccionar ante ellos . A las abejas se las enseña para que reaccionen frente al olor floral extendiendo la trompa que tienen en la boca y se las recompensa con una dosis de jarabe cada vez que aciertan. De los tres compuestos, las abejas son especialmente hábiles para aprender a detectar el metil p-anisato, un aroma que se encuentra en las orquídeas.
Esta investigación muestra no solo la habilidad de los insectos para detectar olores, también es un buen ejemplo de para qué puede servir la investigación básica. La idea sería ahora entrenar a las abejas para que detecten el olor del aliento de las personas infectadas con el bacilo. De la misma forma podrían entrenarse abejas para detectar otras enfermedades si se identifican sustancias volátiles que sean características, tal como se está experimentando con perros que puedan olfatear algunos tipos de cáncer. En principio el procedimiento parece muy atractivo, ¿pero puede ayudar a diagnosticar la tuberculosis en los países pobres? Quizás hay que ser algo escépticos porque no va a ser fácil encontrar buenos entrenadores de abejas en los países donde serían necesarios, países en los que ya es un problema establecer controles de calidad que en los países ricos son rutinarios.