martes, 8 de mayo de 2012
La apicultura está infravalorada en Asturias, no cuenta con apoyo institucional»
«No se entiende que los apicultores no tengan espacio para sus colmenas con tanto monte público sin uso»
OVIEDO, ANA PAZ PAREDES
Carlos Marín Barcaiztegui es, desde hace unos meses, el presidente de FAPI, la Federación de Asociaciones de Apicultores de Asturias, de la que forman parte, como asociados, alrededor de 800 apicultores de los 1.400 que hay en toda la región. La necesidad de unión entre los profesionales, la reclamación de más atención institucional para los apicultores y la necesidad de un control sanitario de las colmenas para evitar la propagación de enfermedades son algunas de las cuestiones que más le preocupan.
-¿Qué característica tiene la apicultura en Asturias que la diferencia de otras partes del país?
La apicultura que se hace en Asturias es diferente a la del resto de España. La nuestra es más de complemento a la renta agraria y autoconsumo. En Asturias no hacemos trashumancia con las abejas, los colmenares se tienen siempre en el mismo sitio. Un apicultor que tiene, por ejemplo, 140 colmenas, no puede vivir de esta producción. Para ello se necesitan por lo menos entre 400 y 500 colmenas, además de tener que vender colmenares y comercializar todo tipo de productos, no sólo miel, también y por ejemplo, el polen, el propoleo o la jalea real.
-¿La abeja en Asturias es de una especie concreta?
No, en absoluto. La abeja que tenemos es la «Apis mellifera» o abeja doméstica europea. Es común a toda España.
-¿Cuántos apicultores hay registrados en Asturias?
Entre 1.200 a 1.400. En el Occidente hay una menor concentración de asociados aún siendo zonas de mucha tradición apicultora como es el caso de Boal, Allande, Degaña o Ibias. Donde hay más registrados es en la zona centro. Donde más asociados profesionales hay es, por ejemplo, en Lena y Aller.
-¿Entre los servicios de la Federación que preside, cuáles destacaría como primordiales?
En la Federación recibimos una subvención para realizar tratamientos de lucha contra la varroa desde la colmena número uno. También existe un servicio técnico para atender los problemas de los asociados tanto sanitarios como de manejo de los animales. Hay dos veterinarios, uno de ellos soy yo, que visitamos las colmenas y si hay algún tipo de enfermedad no sólo asesoramos sobre el tratamiento a seguir sino que también hacemos a posteriori un seguimiento de los colmenares. La varroa es la principal enfermedad que afecta de forma grave a las abejas. No olvidemos que el Gobierno obliga a realizar un tratamiento al año y nosotros hemos conseguido que nos lo subvencionen. La sanidad es algo prioritario y todos los colmenares tendrían que tener derecho a estar saneados.
-¿Cuáles son los principales problemas de los apicultores en Asturias?
La apicultura en Asturias está infravalorada porque no contamos con ningún tipo de apoyo institucional. Por otro lado, como muchos apicultores no viven de las abejas, igual a nivel grupal nos falta un poco más de iniciativa. Está muy claro que tenemos necesidad de espacio, no tenemos sitios donde colocar nuestras colmenas; hay que ponerlas a cierta distancia de núcleos de población, donde no molesten. Sin embargo, hay un amplio territorio en Asturias que no tiene ningún uso. Es el caso, por ejemplo, de las grandes extensiones de montes públicos, por ejemplo, ahí tenemos Ibias o Degaña, donde los brezales han recuperado su espacio. Creemos que una forma de apoyar al apicultor es que se realicen convenios con los ayuntamientos para la instalación de colmenares en dichos montes. En Asturias, a largo plazo, la ganadería del futuro son las abejas que, además y al mismo tiempo, favorecen la polinización contribuyendo así a mantener los espacios protegidos.
-¿Preocupa la lenta desaparición de las abejas obreras?
Por supuesto. La desaparición de las abejas se conoce como el «síndrome de desabejamiento» o «trastorno del colapso de las colonias». Las abejas salen en busca de comida pero no regresan, dejando abandonada a su suerte a la abeja reina. Esto se deduce porque no aparecen abejas muertas en los colmenares pero sí se constata su desaparición. Hay todo tipo de hipótesis pero ninguna clara, desde una enfermedad que debilite la colmena hasta que se pueda deber a un componente de los pesticidas que las desorienta y ya no saben volver a la colmenar, muriendo por el camino.