lunes, 7 de mayo de 2012

SIGUEN LOS CONFLICTOS POR LA POLINIZACIÓN CRUZADA EN VALENCIA

Las denuncias de los citricultores contra los incumplidores son inútiles, porque se pierden en un mar de tardanza y burocracia Algunos apicultores eluden la norma y provocan 'pinyolà' en mandarinas Como cada primavera, desde años, vuelven a estallar conflictos de intereses entre apicultores que ponen sus colmenas, sin permiso, cerca de explotaciones citícolas, y productores de mandarinas de los huertos próximos que temen sufrir el problema de la 'pinyolà', que salgan semillas en sus frutos, lo que supone un grave deterioro de su valor comercial. Junto a apicultores profesionales y responsables, que buscan localizaciones idóneas, sin molestar a nadie y pidiendo permisos, hay otros que optan por campar a sus anchas y colocan sus colmenas donde más les conviene, sin atender a las repercusiones en el vecindario y sabedores de que, a lo sumo, en última instancia les obligarían a quitarlas, pero cuando la burocracia se aclare y actúe la autoridad ya será tarde y habrá terminado la campaña del azahar, la más importante del año apícola. Contribuyen a esta situación la secular indefinición de la Conselleria de Agricultura en este terreno, tras prometer desde hace tiempo soluciones definitivas que no se presentan, y la desaparición de las ayudas que se daban a los colmeneros por no situarse en áreas citrícolas (obligó a ello Bruselas). Polinización cruzada Por el otro lado hay citricultores (los menos) que fomentan la colocación de colmenas en sus fincas o en las proximidades, porque no tienen variedades que puedan sufrir la 'pinyolà' derivada de la polinización cruzada (clementinas y mandarinos híbridos) y saben que, en todo caso, la presencia de las abejas sobre sus árboles en floración aún podría contribuir a que cuajaran más frutos y que la cosecha fuera mejor. Sin embargo hay otros muchos casos en los que los agricultores no quieren ver abejas ni por asomo en sus campos e inmediaciones. Unos, simplemente por temor a ellas (a su dolorosa picadura, peligrosa además para alérgicos) y quizás por tener poca información sobre qué es la polinización cruzada (a lo mejor ni tienen variedades que puedan padecer este problema). Otros se oponen con más razón, porque sí que tienen clementinas o variedades híbridas, cuyas flores pueden ser polinizadas con polen de clases distintas, lo que se traducirá en la presencia de semillas en los frutos, y ya sufrieron por ello peores precios en campañas pasadas, o incluso que nadie quisiera su cosecha. Y tienen muy claro que es por culpa de las abejas de otros. Ganado en campo ajeno La normativa obliga a que los apicultores sólo puedan colocarse junto a fincas citrícolas si tienen permiso de los dueños y no existen variedades problemáticas en kilómetros a la redonda. Luego, la conselleria ha habilitado una serie de localizaciones donde poner colmenas sin problemas, pero no son suficientes para la demanda existente, claro. En consecuencia, proliferan asentamientos clandestinos en los que los apicultores se arriesgan, mientras van pasando los días. La floración del azahar es muy tentador, porque es de las más exuberantes, se da precisamente a la salida del invierno, sirven para que las colmenas se fortalezcan, y además es la miel que más se paga en el mercado. Los apicultores que incumplen y hacen oídos sordos suelen excusarse en que no disponen de otros lugares para aprovechar la floración del azahar, incluso aluden a razones de biodiversidad y recuerdan que hay sitios donde los agricultores llegan a pagar a los colmeneros para que les lleven abejas para polinizar sus cultivos. Se han aprendido bien la lección. Sin embargo, siendo cierto todo eso, ha de tenerse en cuenta que la apicultura es una actividad económica equiparada a la ganadería. A las abejas se alude con frecuencia como al 'ganado'. Y nadie duda de que el citricultor también está en lo suyo por economía. Por lo tanto tendrá derecho a exigir que no le entre en lo suyo ninguna clase de ganado, y máxime si de ello se puede derivar un daño para sus intereses. Así que el debate entra en fallo cuando se considera esta vertiente: el dueño de un campo está en su total derecho de exigir que otras personas no lo utilicen sin su consentimiento, y encima para lucrarse en algo que perjudica al propietario. Si alguien duda todavía de si las abejas causan o no la pinyolà, porque hay gente empeñada en sostener toda clase de teorías para excusarse, al margen de lo que dicen los investigadores, da igual. Si el propietario de un campo dice que no quiere abejas, pues está en lo suyo, aunque estuviera equivocado. Que otro agricultor piense de modo distinto no quita para que cada cual esgrima su derecho.