El negocio de la miel pierde 300 apicultores en Aragón pero gana en colmenas
Los males que afectan a las abejas propician una difícil ecuación: menos empleo y mayores gastos.
Un apicultor aragonés trabaja en sus colmenas. .ARCHIVO Desde hace casi una década el sector apícola está viviendo a nivel mundial una crisis que trasciende cualquier eventualidad económica. Tanto la Unión Europea como la Organización Mundial de la Salud han iniciado numerosos estudios -por el momento infructíferos- para conocer las razones por las que la población mundial de abejas está descendiendo a pasos agigantados. Un dilema que tiene una importancia capital para la floración y la biodiversidad, y que también ha causado una adaptación irremediable del negocio de la miel."Cada vez hay que trabajar más, cuidar más las colmenas y realizar inversiones más importantes", explica David Rocafull, representante del sector para Uaga-Aragón. Según los datos que maneja esta organización, el índice de mortalidad se ha elevado hasta un 20% en apenas cinco años. "Es muy rápido, en cuestión de 15 días, ves como una colmena que estaba a pleno rendimiento de repente se queda vacía" ejemplifica Daniel Gimeno, otro apicultor del Bajo Aragón, que explica que las abejas "se mueren mientras van a recolectar, sin mayor explicación", algo que las organizaciones agrícolas y sobre todo el mundo ecologista achaca al uso "desproporcionado" de insecticidas en los cultivos.
Como es normal, esta nueva realidad ha pasado factura al sector, que gracias a la estabilidad del oro dulce había conseguido mantenerse medianamente a flote en mitad de la crisis económica. En solo 3 años, el número de apicultores ha descendido un 30%, pasando de 1400 a comienzos de 2012 a algo menos de 1100 en la actualidad. "Hay gente que se ha jubilado, eso es innegable, pero también hay mucha gente que se ha adherido a la actividad aunque sea de forma secundaria", explica Rocafull.
Por contra, y debido a cada vez más elevada tasa de mortandad de las abejas, el número de colmenas ha aumentado, pasado de 108.000 mil a más de 110.000 en el mismo periodo. "Tenemos más colmenas para solventar las posibles pérdidas de algunas", comentan desde el sector, que este año espera volver a obtener entre 1.500 y 2.000 toneladas de miel (el 7% de la producción nacional), la cifra normal en la comunidad, después de que hace dos años la producción bajara más de un 30% debido a la sequía.
Lamentan la falta de apoyo de la Administración
Debido a su pequeño peso dentro del sector agrícola, los apicultores se quejan de que sus ayudas siempre acaben mermadas. Según el sindicato agrario COAG, en el conjunto nacional el sector ha dejado de recibir más de 6 millones de euros de los fondos programados por Europa desde 2010. Un dinero que estaba programado, pero que no se ha ejecutado completamente debido a que el Ministerio de Agricultura no ha puesto el 25% del importe que le correspondía -el 50% lo pone la UE y otro 25% las comunidades-.
En Aragón, los apicultores deberían recibir cada año unos 360.000 euros, de los cuales el año pasado percibieron el 70% y todo pese a que la DGA cubrió parte del dinero que había dejado de entregar el Gobierno central. "No son ayudas que nos hagan enriquecernos, son fondos destinados a la innovación y la inversión, que cada vez es más cuidada. Y la pena es que es un sector que con cierto apoyo resultaría muy rentable", comenta Rocafull, que además señala que muchos jóvenes se están interesados por el negocio de la miel, pero que la inversión necesaria al comenzar les impide ponerse a ello.
La avispa 'asesina', el enemigo que siempre acecha
Este
año, con una producción que se prevé "satisfactoria", los apicultores
vuelven a mirar sin embargo hacia el norte de España, donde sigue
haciendo de las suyas su mayor enemigo. En 2004, un barco procedente de China introdujo en Francia a la llamada 'avispa asesina', un insecto asiático hasta tres veces mayor que sus congéneres europeos que devora literalmente a las abejas.En España esta especie invasora lleva 3 veranos haciendo estragos en el País Vasco, Cantabria y parte de Navarra. "En Aragón podemos darnos con un canto en los dientes de que no haya llegado", comenta Gimeno, que sin embargo explica que cada verano es un nuevo reto ya que, esta misma semana, se detectaron los primeros ataques en Miranda de Arga, pueblo Navarro a menos de una hora de las Cinco Villas.