El arna apadrinada por la escuela Les Codinetes de La Nou de Gaià. Cedida
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Apis Urbis tiene muy pocos meses de vida pero se propone metas ambiciosas. Se trata de una asociación que ha nacido en Tarragona con el objetivo de sensibilizar a la ciudadanía sobre la apicultura urbana y ofrecer asesoramiento y formación a aquellas personas interesadas en el tema, pero también a los ayuntamientos de la zona, que tienen un papel clave en este aspecto. Y es que el pasado mes de marzo la Generalitat delegó a las administraciones locales la potestad para regular sobre la presencia de abejas en la trama urbana, y lo que hace la entidad es contactar con los municipios presentándoles una propuesta de normativa para que la implementen y esta práctica se pueda llevar a cabo de manera legal en las ciudades. En tan poco tiempo ya han contactado con varias localidades de las comarcas tarraconenses y municipios como Tarragona, Salou o Roda de Berà ya han mostrado una buena predisposición al respecto.
"En las ciudades viven muchas abejas porque es un entorno donde se sienten protegidas y se usan menos fitosanitarios. Tienen muchos espacios donde poder colocar los enjambres y más facilidad para acceder a la alimentación", explica Daniel Arrébola, impulsor de la asociación Apis Urbis. Según este apicultor de La Nou de Gaià, con años de experiencia en el sector y que acaba de impartir un curso sobre apicultura urbana en Tarragona –que se estrena en este sentido-, "los enjambres que recogemos en la ciudad están mucho más sanos, producen más miel y tienen más cantidad de abejas que los que se encuentran en el campo". Las abejas se sienten más protegidas en la ciudad y forman más enjambres que antes. En los dos últimos años, Arrébola ha retirado más de 60 en Tarragona, uno de ellos en el techo del Ayuntamiento. En Reus estos animales también hicieron acto de presencia por todo lo alto y llegaron a cubrir toda la cabeza de la estatua del Nen de les Oques, dejando una imagen insólita.
Arrébola admite que en Catalunya y España la apicultura urbana es aún una práctica muy incipiente pero que hay países como el Reino Unido o Francia donde hay una cierta cultura al respecto, destacable en algunos casos. La clave: perder el miedo. Y es que con una pequeña inversión, de entre 120 y 150 euros, cualquier persona puede comprar una caja, las abejas y el equipamiento necesario para empezar a criar. Habitualmente, en una colmena de este tipo hay entre 40.000 y 60.000 abejas, que pueden producir unos diez kilos de miel, además de cera y otros productos. Con el material a su disposición, el que quiera iniciarse como apicultor deberá conocer los requisitos legales –las cajas se han de registrar, deben respetarse unas determinadas distancias si están en la trama urbana o cerca de vías de comunicación, y han de estar señalizadas- además de unos conocimientos mínimos para el cuidado de las abejas.
Abejas y escolares
Tarragona está empezando a conocer la apicultura urbana y lo hace, esencialmente, gracias al trabajo de Apis Urbis. La asociación quiere ir más allá y también se está acercando a determinados colectivos para que se introduzcan en el mundo de las abejas. Por ejemplo, Les Codinetes, en La Nou de Gaià, se ha convertido en la primera escuela de las comarcas tarraconenses en adoptar un arna y, claro, también a sus correspondientes inquilinas. El proyecto empezó el curso pasado con una treintena de alumnos de Infantil, que pintaron la caja e hicieron un seguimiento de la misma, además de aprender cómo es la vida de las abejas mediante cuentos y otras actividades. Este curso también se quiere involucrar a los escolares de Primaria.
"Estamos hablando con la entidad y con el Ayuntamiento para poder instalar una caja en la escuela y que los alumnos puedan tener un contacto más cercano con las abejas", explica Sílvia Farreró, la directora del centro educativo de esta pequeña localidad de la comarca del Tarragonès, que se muestra muy satisfecha por ser los protagonistas de esta prueba piloto y por los resultados obtenidos hasta el momento. Según Farreró, "se hablará con los padres y si lo aprueba el consejo escolar impulsaremos el proyecto, porque sigue nuestra filosofía y manera de funcionar y es enriquecedor". Hablamos de una escuela situada en un entorno rural "que en no disponer de tantos recursos tiramos de imaginación".
Un recurso terapéuticoPero además de esta vertiente educativa vinculada a la observación y al conocimiento de la naturaleza, la apicultura también se está acercando a otros colectivos, contribuyendo, por ejemplo, a la inserción social. "Al contrario de lo que pueda parecer, las abejas son particularmente sociales y es muy interesante ver y analizar cómo reaccionan dentro del grupo", explica Pere Montaña, miembro de Apis Urbis y presidente de Midgard, una asociación de familiares de afectados por trastornos mentales.
"Puede funcionar como terapia ocupacional, porque las personas con afectaciones menos severas pueden dedicarse a la apicultura como si fuera un trabajo cualquiera, que requiere una formación y una serie de habilidades para llevarlo a cabo, pero también por la estimulación sensorial y cognitiva que genera, como pasa con la terapia con caballos u otros animales", detalla. En vista de estas primeras buenas experiencias, las abejas podrían entrar poco a poco en otros equipamientos, como centros asistenciales o centros penitenciarios.