lunes, 8 de junio de 2015

Apicultores inquietos

Empleada de una explotación de colmenas en León comprueba la calidad del producto.
Empleada de una explotación de colmenas en León comprueba la calidad del producto. 
 
«La miel no es tan dulce como parece». Así resume Francisco Javier Fernández, responsable del sector apícola de Coag, la situación que atraviesa este cultivo. A pesar de que, en cuestión de precios, reconoce, «vivimos momentos históricos», dice que está, como los casi 5.000 apicultores que hay en la comunidad, preocupado por el futuro del sector. «Lo veo con una incertidumbre muy grande, pues llevo toda mi vida en esto y cada vez es más complicado: hay problemas de ubicación de las colmenas, no tienes garantizada la productividad porque cada año es más inestable; vamos a sufrir un proceso de adaptación o de reconversión y se ha producido un cambio medioambiental que afecta a todos los niveles».
Con 4.546 explotaciones, el 16,5% del cómputo nacional, Castilla y León es la comunidad que más tiene, seguida de Andalucía. Ese liderazgo en número de explotaciones no se traduce en el número de colmenas, situándose la comunidad, con 399.961 panales, en tercera posición por debajo de Andalucía, 604.235, y Extremadura, con 571.990. Así que, a pesar de que la comunidad es líder en explotaciones, el número de colmenas en cada una de ellas es menor que en otras y, mientras que la media nacional en cuanto a explotaciones profesionales (con más de 150 colmenas) se sitúa en el 20%, en Castilla y León el dato baja hasta el 11,7%, con 533 profesionales. León concentra el mayor número de colmenas, 314.447, pero es Salamanca la que cuenta con un mayor número de apicultores profesionales de la comunidad. Una explotación profesional media en la región ronda las 800 colmenas.
La competencia china
Castilla y León produce el 13% de la miel española, con casi cuatro toneladas al año, por detrás de la Comunidad Valenciana, Andalucía y Extremadura. Desde el año 2008, la comunidad mantienen un número similar de colmenas pero en puntos como Extremadura, desde ese año y hasta ahora, se han incrementado en más de 200.000, algo que Fernández califica como «un aumento desmesurado» que «Castilla y León sufre, y se dan problemas de ubicación y de convivencia», subraya, ya que los apicultores tienen que cumplir ciertos requisitos y uno de ellos es la distancia entre colmenas, de un kilómetro, como mínimo.
La bajada de la producción mundial ha propiciado que la miel se mueva en precios «más o menos aceptables», sostiene, «pero esto no tiene sentido cuando la miel china que se está importando está por debajo de la media de producción», unos tres euros de media, dependiendo de la zona. Según relata Fernández, «esa miel no está a la altura en calidad, pero el problema está en que se utilizan para mezclarlas con mieles nacionales», por lo que la gran reivindicación del sector es que «esta circunstancia se debe identificar en el etiquetado y debe figurar si es 100% española o si, por el contrario, es mezcla, y los consumidores nos apoyan en esta reivindicación».
Sobre este aspecto ha habido conversaciones con el Ministerio de Agricultura que no han dado los resultados esperados para los apicultores. Fernández considera que «se está cayendo en el peligro de pérdida de prestigio» pues según su opinión, «la miel China de menor precio viene aquí y se mezcla con miel española para darle presencia, pero lo suyo no son ni mieles, son adulteraciones, y al final, lo que se está creando es distorsión y hace mucho daño a los productores».
Algunos apicultores se decantan por vender su propia miel, otros por entregársela a fábricas y los hay como Francisco Javier Fernández que pertenecen a cooperativas. En San Miguel de Valero, en Salamanca, se asienta la cooperativa más grande de Castilla y León, Reina Kilama, que produce unas 1.000 toneladqas a través de 120 apicultores. El dato más importante lo arrojan en el polen, con 350 toneladas son la cooperativa más importante de Europa pero «pasa lo mismo que con la miel, está entrando polen de origen chino que se vende y se comercializa como español y es lamentable que el Ministerio no apueste por identificar y diferenciar».
A nivel europeo existe normativa al respecto y cada país tiene potestad para desarrollar la misma. En Italia y Polonia ese origen de la miel aparece de manera obligatoria en el etiquetado, mientras que en Francia y Alemania no es obligatorio, pero tampoco hay enmascaramiento y lo especifican.
Reina Kilama surgió hace 20 años y Francisco Javier no deja pasar por alto que «entonces éramos 30 apicultores y producíamos la misma cantidad de miel que ahora». La producción de miel ha caído un 30%.
Sobre las ayudas a este sector, en su opinión «la Consejería de Agricultura sí apostó y entró dentro de las medidas agroambientales, aunque hemos perdido el año pasado, pero la principal ayuda para nosotros es que nuestro producto se reconozca y se posiciones como tal».
A estas dificultades se suman las sanitarias: la varroa –un ácaro que se reproduce sobre las larvas de las abejas– sigue siendo el principal problema, porque «cada vez es más difícil su control y pasa factura en el rendimiento». La trashumancia, una práctica atávica que, como sucede con otro tipo de ganaderías, supone una manera de poder dar continuidad a la producción, ampliando el ciclo, hoy se ha convertido en una cuestión de supervivencia para hacer frente a una mortandad de abejas más elevada de lo normal. Cuando el número de bajas oscila entre el 5 y el 10%, es algo normal, pero en la actualidad, la mortandad ronda entre el 30 y el 40%. Debido a que es Salamanca la provincia donde se concentran un mayor número de apicultores profesionales, no llama la atención que el 90% practique la trashumancia. En el caso de estas colmenas, Andalucía y Extremadura son los destinos tradicionales. En Castilla y León practican la trashumancia 720 apicultores, según fuentes del Ministerio.