El origen de problemas apícolas puede estar en la cera importada
-
Los panales de celdillas exagonales se producen de forma industrial con materia prima que puede contener tóxicos y organismos patógenos
Desde hace tiempo existe la producción industrializada de láminas de cera en las que se imprimen las celdillas exagonales. Es un sistema que hace más operativa la labor del apicultor, que no ha de emplear tiempo en la elaboración de dicho material; razón por la cual se ha extendido esta práctica. Es más cómodo adquirir las láminas de cera que dedicarse a prepararlas. Comprarlas resulta bastante económico y es fácil colocarlas en cada cuadro de la colmena, sujetándolas a los alambres y calentando un poco para que se funda la cera y se pegue a ellos. Luego, las abejas ya terminan de preparar las celdillas, que han de ser de tamaños algo diferentes según su destino (criar obreras, zánganos, reinas, guardar miel, polen, jalea real...)
Las abejas obreras terminan esas celdillas ya 'prefabricadas' y cuando están llenas las sellan con su propia cera. Esa capa de cierre es el opérculo, una porción de cera que en parte acaba mezclada con la miel cuando se 'corta' (recolecta). Luego se separa una de otra por centrifugación. La cera así obtenida, más la de los panales que se desechan por viejos o deteriorados, normalmente acaba vendiéndose a comerciantes que compran y venden productos y accesorios relacionados con la actividad apícola, quienes remiten a su vez el material a quienes lo utilizan de nuevo para elaborar las láminas.
Sin embargo, nadie garantiza que esa cera de origen diverso y lejano esté exenta de sustancias tóxicas y de agentes patógenos que pueden ser fatales para las abejas. De hecho pueden actuar fácilmente como potenciales vectores de expansión de plagas como el ácaro varroa, el hongo nosema, bacterias e incluso virus. De manera que, con la reposición de los panales con celdillas, cabe que el apicultor esté actuando, sin saberlo, contra sus propios intereses, al introducir entre sus abejas peligrosos enemigos.
El mayor riesgo estriba sobre todo cuando esa cera se rehace con materia prima importada de países en los que se padecen plagas y enfermedades que aquí pueden ser desconocidas y se utilizan plaguicidas que no estén permitidos en Europa o que sean particularmente muy agresivos. Todo ello puede estar enmascarado en la cera, como un gran caballo de Troya. De ahí que los apicultores españoles estén tomando conciencia del problema y, al tiempo que reclaman más controles, están optando por formar agrupaciones que se encarguen de gestionar su propia cera con garantías.