Hasta 30 pesticidas en el polen de las abejas
Cuando regresan a sus colmenas, las abejas
pueden llevar en su cuerpo hasta una treintena de pesticidas. Aunque
los neonicotinoides usados en la agricultura moderna forman parte del
cóctel, un estudio muestra ahora que al menos la mitad de los
insecticidas encontrados en una abeja no proceden del campo: se trata de
piretroides usados en entornos urbanos y domésticos contra los
mosquitos o para controlar los parásitos de perros y gatos.
Los insectos antófilos, del griego que aman las flores, como las abejas llevan un par de décadas en acusado declive. En EE UU, por ejemplo, la temporada pasada se perdieron el 44% de las abejas. Con un papel central en muchos ecosistemas y la producción agraria como polinizadores, su desaparición podría ser catastrófica. Aunque la causa última no está clara, hay quienes señalan a un virus, hongos, un parásito, el cambio climático, a los pesticidas agrícolas o a una combinación de todos ellos.
Ahora, entomólogos estadounidenses han analizado la presencia de agentes químicos en el polen recolectado por abejas de la miel (apis mellifera) de varias colmenas ubicadas en tres campos diferentes del conocido como cinturón del maíz, grandes extensiones del medio oeste de EE UU dedicadas al cultivo de este cereal. Lo primero que vieron es que, a pesar de alimentarse en zonas de monocultivo, las abejas portaban polen de 30 grandes familias de plantas, muchas de ellas ornamentales. Lo segundo, fue la cantidad y variedad de agentes químicos presentes en el polen.
"Es impresionante la gran cantidad de pesticidas que hemos encontrado
en las muestras de polen", dice en una nota el entomólogo de la
universidad Purdue (Indiana, EE UU) y coautor del trabajo, Christian
Krupke. En concreto, los investigadores encontraron rastro de 29
pesticidas en el polen recolectado por las abejas en dos de los campos.
En el tercero, la cifra subió hasta 31. Por categorías, los más
abundantes eran los fungicidas y los herbicidas y, en tercer lugar, los
insecticidas.
La sorpresa es aún mayor si se tiene en cuenta que no se trataba de tres campos cualquiera. Los investigadores seleccionaron tres paisajes típicos del medio oeste: colmenas ubicadas junto a un prado no cultivado, otras situadas en un campo de maíz tratado con insecticidas convencionales y un tercero donde se había sembrado semillas con un insecticida neonicotinoide. Estos modernos plaguicidas, basados en la nicotina, son inocuos para los mamíferos. Pero un creciente número de investigaciones los señalan como dañinos para las abejas. En los tres casos, las abejas portaban en su mayoría polen recolectado lejos de estos campos.
El estudio, publicado en Nature Communications, refleja que las muestras de polen contenían residuos de nueve grandes clases de químicos. Entre ellos, como esperaban los investigadores, aparecen los neonicotinoides. Por su prolongada acción, los agricultores tratan la semillas de maíz o soja con este pesticida. Una vez sembradas y crecidas, el agente químico se extiende por toda la planta.
Sin embargo, las mayores concentraciones de insecticida, incluso en
el polen recolectado por las abejas en el campo tratado con
neonicotinoides, pertenecían a la clase de los piretroides, cuyo uso más
común es para controlar las poblaciones de mosquitos. ¿Un agricultor de
Indiana fumigando para eliminar a los molestos mosquitos en el verano?
No, la realidad es otra.
"Los químicos agrícolas son solo una parte del problema", recuerda Krupke, uno de los mayores conocedores del impacto de los neonicotinoides en las abejas. Sin querer restarles su grado de responsabilidad, este entomólogo recuerda: "Los hogares y los paisajes urbanos son grandes contribuyentes, incluso aunque las colmenas estén pegadas a los campos de cultivo", añade.
Los piretroides se encuentran en los insecticidas de uso doméstico, ya sea contra moscas y mosquitos o para proteger las plantas del jardín de pulgones y otros insectos. También son el principal agente al que recurren loas administraciones municipales para fumigar los parques urbanos o, con la llegada del verano, para frenar a los mosquitos. Aunque los investigadores no han estudiado cómo podría llegar el insecticida al polen en estos casos, los piretroides se usan además para combatir los parásitos de los animales domésticos.
Aunque esta investigación se centra en una ubicación geográfica determinada y un paisaje tan específico como los campos de maíz, que las abejas porten polen de tantas especies vegetales no cultivadas y con tal variedad de pesticidas, obligan, según Krupke, a estudiar cómo las distintas combinaciones de agentes químicos pueden estar afectando a las amantes de las flores.
Los insectos antófilos, del griego que aman las flores, como las abejas llevan un par de décadas en acusado declive. En EE UU, por ejemplo, la temporada pasada se perdieron el 44% de las abejas. Con un papel central en muchos ecosistemas y la producción agraria como polinizadores, su desaparición podría ser catastrófica. Aunque la causa última no está clara, hay quienes señalan a un virus, hongos, un parásito, el cambio climático, a los pesticidas agrícolas o a una combinación de todos ellos.
Ahora, entomólogos estadounidenses han analizado la presencia de agentes químicos en el polen recolectado por abejas de la miel (apis mellifera) de varias colmenas ubicadas en tres campos diferentes del conocido como cinturón del maíz, grandes extensiones del medio oeste de EE UU dedicadas al cultivo de este cereal. Lo primero que vieron es que, a pesar de alimentarse en zonas de monocultivo, las abejas portaban polen de 30 grandes familias de plantas, muchas de ellas ornamentales. Lo segundo, fue la cantidad y variedad de agentes químicos presentes en el polen.
Las abejas de colmenas ubicadas en campos de monocultivo recolectan polen de decenas de plantas ornamentales
La sorpresa es aún mayor si se tiene en cuenta que no se trataba de tres campos cualquiera. Los investigadores seleccionaron tres paisajes típicos del medio oeste: colmenas ubicadas junto a un prado no cultivado, otras situadas en un campo de maíz tratado con insecticidas convencionales y un tercero donde se había sembrado semillas con un insecticida neonicotinoide. Estos modernos plaguicidas, basados en la nicotina, son inocuos para los mamíferos. Pero un creciente número de investigaciones los señalan como dañinos para las abejas. En los tres casos, las abejas portaban en su mayoría polen recolectado lejos de estos campos.
El estudio, publicado en Nature Communications, refleja que las muestras de polen contenían residuos de nueve grandes clases de químicos. Entre ellos, como esperaban los investigadores, aparecen los neonicotinoides. Por su prolongada acción, los agricultores tratan la semillas de maíz o soja con este pesticida. Una vez sembradas y crecidas, el agente químico se extiende por toda la planta.
"Los químicos agrícolas son solo una parte del problema"
Christian Krupke, entomólogo U. Purdue
"Los químicos agrícolas son solo una parte del problema", recuerda Krupke, uno de los mayores conocedores del impacto de los neonicotinoides en las abejas. Sin querer restarles su grado de responsabilidad, este entomólogo recuerda: "Los hogares y los paisajes urbanos son grandes contribuyentes, incluso aunque las colmenas estén pegadas a los campos de cultivo", añade.
Los piretroides se encuentran en los insecticidas de uso doméstico, ya sea contra moscas y mosquitos o para proteger las plantas del jardín de pulgones y otros insectos. También son el principal agente al que recurren loas administraciones municipales para fumigar los parques urbanos o, con la llegada del verano, para frenar a los mosquitos. Aunque los investigadores no han estudiado cómo podría llegar el insecticida al polen en estos casos, los piretroides se usan además para combatir los parásitos de los animales domésticos.
Aunque esta investigación se centra en una ubicación geográfica determinada y un paisaje tan específico como los campos de maíz, que las abejas porten polen de tantas especies vegetales no cultivadas y con tal variedad de pesticidas, obligan, según Krupke, a estudiar cómo las distintas combinaciones de agentes químicos pueden estar afectando a las amantes de las flores.