Las abejas pueden ser unas de las mejores espías del estado de salud de un entorno medioambiental y de su evolución a lo largo del tiempo. Por ello, la joven firma cordobesa Apoidea ha levantado su estrategia empresarial en torno a estos insectos, capaces de ofrecer información muy valiosa sobre cómo una actividad humana puede estar afectando a un área determinada.
El investigador José Antonio Ruiz, doctor en Veterinaria y máster en Medio Ambiente, es el promotor de esta iniciativa pionera en España, que centrará su actividad en realizar estudios de daños medioambientales ocasionados por los contaminantes más comunes con el objetivo de paliar sus efectos y adoptar medidas preventivas. "Gracias al análisis de los datos aportados por las abejas, y a través del uso de tecnología avanzada, elaboraremos mapas de bioseguridad con los que se podrá planificar la utilización adecuada del territorio y conseguir una mejor calidad de vida", indica.
Pero, ¿por qué las abejas para conseguir tal fin? En primer lugar, porque realizan un muestreo amplio, uniforme y fiable en un entorno de varios kilómetros cuadrados -una estación de monitoreo con dos colmenas es capaz de cubrir una superficie de 7 kilómetros cuadrados-. "Ningún sistema biológico puede asegurar un muestreo tan extenso y riguroso", apostilla el doctor en Veterinaria. "Una estación de contaminación atmosférica situada en una ciudad, por ejemplo, sólo proporciona información sobre el punto en el que se ha instalado y no sobre una amplia superficie".
En segundo lugar, "estos insectos pueden vivir en cualquier hábitat y también ser trasladados sin problema, por lo que podemos realizar estudios en cualquier región, cosa que no ocurre con ningún otro bioindicador", indica. A esto hay que sumar que las colmenas pueden controlarse (sería más difícil con anfibios, pájaros u otros insectos como las libélulas). "En una colonia media de abejas entran y salen unos 10.000 individuos al día; sólo tenemos que esperar y tomar muestras".
Unas muestras que, además, no sólo sirven para ofrecer información puntual de la procedencia de los contaminantes -a través de los análisis polínicos-, sino también de su evolución en el tiempo -mediante el estudio de productos apícolas como la miel-. Así, se pueden elaborar mapas de bioseguridad en los que se señalen los diferentes riesgos ambientales de las zonas analizadas.
"Las abejas son muy útiles para la detección de plaguicidas, metales pesados o isótopos radioactivos, pero no son la panacea para todo", indica Ruiz. Por ello, los planes de Apoidea son introducir, a medio plazo, otros bioindicadores como líquenes, algas, anfibios u otro tipo de insectos, óptimos para el análisis de otros contaminantes.
Apoidea dirige sus servicios a administraciones y compañías preocupadas por el desarrollo sostenible. "Al principio, las entidades públicas jugarán un papel fundamental como impulsoras de nuestra actividad y, en un segundo estadio, contactaremos con empresas con capacidad para poner en marcha proyectos de I+D para paliar sus daños al medio ambiente; a más largo plazo, dentro de cinco o diez años, aspiraremos a convertir nuestros estudios en una herramienta de empresas certificadoras para distinguir a aquellas zonas o compañías que hagan una adecuada gestión ambiental", explica el investigador.
Apoidea espera poner en marcha este año tres proyectos piloto (generarán una facturación estimada de 130.000 euros): uno en Córdoba sobre contaminación urbana y otros dos en comarcas de las Subbéticas sobre el uso de plaguicidas. Además, tiene contactos con un organismo público de Extremadura para desarrollar otro proyecto.