lunes, 23 de junio de 2008

30.000 técnicos de medio ambiente en una colmena


Cementos Rezola ha comenzado una iniciativa pionera en el Estado para medir la incidencia de su actividad en el entorno a través de la miel que producen colmenas de abejas instaladas junto a la fábrica

Juan Luis Querejeta sostiene uno de los cuadros de colmena en el que las abejas fabrican la miel. Al fondo, la fábrica de Rezola en el barrio donostiarra de Añorga.
enviar a un amigo imprima este texto texto normal texto medio texto grande

EN una colmena pueden habitar más de treinta mil abejas. Todas se rigen bajo un complejo sistema social en el que cada una tiene una misión concreta encaminada a la supervivencia de la colonia. En esa pauta de comportamiento, el respeto al entorno es fundamental; nunca agotan los recursos de los que se nutren y es más, contribuyen al mantenimiento del reino vegetal -y por consiguiente el animal- a través de la polinización que llevan a cabo. La empresa guipuzcoana Cementos Rezola se ha planteado que la importante función natural de las abejas vaya más allá y ha iniciado una experiencia única en el Estado para que estos insectos se conviertan en verdaderos técnicos en gestión medioambiental.

La firma donostiarra -perteneciente a Financiera y Minera, sociedad del grupo italiano Italcementi- instaló el pasado mes cinco colmenas en el recinto de la fábrica con el fin de que elaboren miel que posteriormente será analizada para comprobar si contiene residuos inorgánicos procedentes de la actividad productiva cementera.

La casualidad ha querido que el jefe del área de Calidad y Medio Ambiente en Rezola sea Juan Luis Querejeta, apicultor aficionado desde hace veinte años. La dirección de la fábrica le propuso instalar colmenas en el terreno de la empresa después de que algunas de las plantas de Italcementi en el país transalpino iniciaran hace años la experiencia, que dio resultados positivos. Las pruebas en Italia demostraron que la miel elaborada por las abejas que liban flores en los alrededores de las fábricas no contiene más polvo de cemento que la de otras localizaciones. "El informe concluía que la miel era perfectamente comercializable; ahora queremos hacer lo mismo aquí y confiamos en que los resultados sean similares", señala Querejeta mientras se prepara para encontrarse con las nuevas inquilinas de la fábrica, que ocupan sus cinco viviendas en una ladera situada en un alto cercano.

El técnico de Rezola se coloca unos guantes y una careta protectora de tela para la cabeza y a través de la rejilla mira a una de las cinco colmenas artificiales, la primera que colocó y la que acoge a más abejas. "Ésta es la que primero dará miel porque es la más desarrollada; en agosto recogeremos unos diez o doce kilos", detalla Querejeta mientras abre la tapa metálica de la colmena. Esa miel será llevada al centro de investigación alavés Neiker-Tecnalia, especializado en el sector agroganadero, donde se analizará para determinar la cantidad de elementos relacionados con el polvo de cemento que pueda contener.

"Todas las mieles tienen una pequeñísima parte de materia inorgánica, que se denomina ceniza", indica el apicultor de Rezola antes de levantar uno de los nueve cuadros que alberga la colmena, en el que las abejas ya han comenzado a fabricar el dorado líquido. "Alguien podría pensar que la miel de las abejas que liban cerca de la fábrica tiene cenizas pero la experiencia italiana dice que no", asegura convencido de que la planta donostiarra no perjudica al entorno. "El hecho de que en los caseríos de la zona de Añorga haya más colmenas da fe de que la calidad medioambiental no es mala; las abejas se pueden reproducir y vivir, lo que indica que no hay contaminación", afirma.

una medición más amplia

"Ésas sí que saben"

No han transcurrido dos meses desde que Rezola ha instalado las colmenas en su fábrica y ya ha recibido muestras de interés de otras cementeras e incluso desde el mundo académico. "Nuestros colegas de la planta de Arrigorriaga me han preguntado sobre esta experiencia y a finales de julio viene un doctorando de la Universidad de Barcelona para conocer el asunto de primera mano", resalta Querejeta, que se acerca al todoterreno con el que se desplaza por el recinto de la fábrica. Guarda en el vehículo las protecciones y los instrumentos que utiliza en cada visita a las abejas y echa un vistazo final a las colmenas. "Lo bueno es que, además de ser un sistema de control medioambiental económico, no requieren un cuidado excesivo -comenta-; hay que abrirlas justo antes del invierno para comprobar si afrontan la estación fuertes y con alimento, otra en primavera para ver el estado de la colonia y una última en agosto para recoger la miel".

Querejeta forma parte de la Gipuzkoako Erlazainen Elkartea y tiene en su caserío de Urnieta otras diez colmenas, por lo que conoce sobradamente el cuidado que necesitan las abejas. "En invierno, si están flojas, les das de comer con azúcar y agua, y si están fuertes, puedes dividir la colmena y hacer otra nueva siempre que haya dos reinas", especifica.

El responsable del área de Calidad y Medio Ambiente de Rezola -departamento en el que trabajan quince personas- señala que, además de por la miel, el polvo medioambiental de una cementera también se puede medir por el polen que recolectan las abejas, pero descarta este procedimiento, pues los insectos tienen que pasar por un tamiz a la entrada de la colmena, una chapa perforada con aberturas de cinco milímetros, en las que la abeja puede perder un ala o alguna pata.

Querejeta destaca que la labor de las abejas ofrecerá una visión más amplia que los sistemas de medición de polvo de cemento que Rezola utiliza habitualmente. La planta donostiarra realiza monitorizaciones en el mismo punto de las emisiones a través de un captador con filtro, por ejemplo, en la chimenea. También se sirve de un captador de alto volumen, pero ambos medios son muy localizados y los resultados que ofrecen varían según el viento. Sin embargo, las abejas baten todo el área alrededor de la fábrica y como promedio, aportan datos más ajustados, subraya Querejeta.

La planta de Rezola tiene la desventaja de encontrarse junto a la carretera N-I, lo que, según el técnico de la firma guipuzcoana, hace que los resultados de las mediciones medioambientales no sean "del todo justos con nuestra actividad". Querejeta asegura que "algún día que hemos hecho las pruebas con el horno detenido, ha salido el filtro muy negro, lo que nos lleva a pensar que se debía más al tráfico de la N-I que a nuestra producción, ya que incluso se ha registrado esa circunstancia en días de fin de semana, en los que no hay trasiego de camiones en nuestras instalaciones". Mientras arranca el todoterreno para bajar a la zona de la fábrica, Querejeta señala a las colmenas y sentencia: "Ésas sí que saben cómo hacer las mediciones".