domingo, 4 de abril de 2010
Los apicultores esperan una copiosa floración tras el húmedo invierno
La llegada de la primavera es el momento en el que los apicultores inician los trabajos de cara a la campaña anual comprobando el estado de panales y abejas. Tras varios inviernos secos, la abundancia de precipitaciones de este año les hace esperar una primavera de abundancia en la floración. Esto resulta fundamental en el rendimiento de las explotaciones y calidad de la miel obtenida, aunque también puede marcar cierto retraso si el frío persiste en las primeras semanas.
No obstante, la ubicación de los panales en zonas protegidas supone cierta garantía para las colmenas en los meses más duros del invierno y las inesperadas heladas primaverales. Una de las zonas donde la producción de miel resulta más abundante es la situada en los aledaños de los Montes Obarenes. La abundancia de flora permite a las abejas recolectar el néctar sin verse obligadas a largos desplazamientos.
Dependiendo del tipo de flora predominante en la ubicación de las explotaciones, la miel ofrecerá distintas características. Estas varían tanto en el sabor o color como en sus propiedades que, en el caso de La Bureba, se encuadra en uno de los cuatro tipos de miel que se produce en la provincia burgalesa.
La mayoría de las explotaciones burebanas son de tamaño mediano y siguen generalmente los parámetros de la ganadería ecológica. Por ello se potencia especialmente la calidad de la miel respecto al volumen de producción, lo que hace a la miel burebana muy apreciada por los consumidores.
Esto viene respaldado por las características de la vegetación y el sumo cuidado con en el que se selecciona el producto. De hecho, los productores mantienen la costumbre de, a la hora de ofrecer este producto a los consumidores en los mercados tradicionales que antes de adquirirla, los clientes caten la miel de la campaña extraída de los panales ante ellos.
Incluso los canales de comercialización se mantienen casi totalmente en los tradicionales del medio rural centrándose en ferias y establecimientos radicados en el territorio. Esta fórmula facilita tanto el continuo control del estado de los insectos como el de la calidad de la producción por parte de los apicultores. En las explotaciones existen una amplia variedad de tamaños de panales, que producen una media de cincuenta kilos en cada panal, con lo que se cubre habitualmente la demanda del mercado de forma anual aunque el rendimiento oscile por cuestiones puntuales como la falta de precipitaciones.
El mantenimiento de un proceso totalmente tradicional hace que la rentabilidad de las explotaciones, independientemente del resultado de la campaña, no sea pareja con el trabajo y cuidados que las mismas precisan.
No obstante, como es lógico, el grueso del trabajo corre a cargo de las abejas obreras de la colmena que pueden ser como mínimo 20.000 individuos aunque pueden llegar hasta las 60.000. De la intensidad de su trabajo depende cuánto vive una obrera y así en la época de gran trabajo en la colmena vive entre 3 y 6 semanas. En verano hasta 2 meses y en invierno pueden vivir de 5 a 7 meses.
Las abejas obreras que nacen en primavera viven unos 50 días y las que nacen en otoño pasan en la colmena el invierno a la espera de darles el relevo en primavera a sus nuevas compañeras.