Encuentran una gran variedad de flores sin necesidad de recorrer kilómetros, y el riesgo de envenenamiento por ingestión de pesticidas es bajo: en París, las abejas viven mejor que en el campo. Además, algunas disponen de 'vivienda' con unas condiciones excepcionales, unas colmenas instaladas en el corazón histórico de la capital francesa.
El Grand Palais, por ejemplo, prestigioso edificio de 1900 situado entre el río Sena y los Campos Elíseos, tiene colmenas en el tejado.
«Las abejas se sienten muy bien en la ciudad, encuentran todo lo que necesitan», comenta Sébastien de Gasquet, secretario general del Grand Palais. No tienen necesidad de alejarse mucho para libar, el jardín de las Tullerías está a un paso y «con las flores del parterre del Grand Palais, ya tienen bastante que hacer», explica.
Dos colmenas fueron instaladas en mayo al borde de la inmensa cristalera que corona el edificio, con vistas a la Torre Eiffel y la catedral Notre-Dame. Otras tres o cuatro están en ciernes para una producción esperada de media tonelada anual de miel en total.
Las abejas urbanas producen de cuatro a cinco veces más miel que sus congéneres campestres, asegura Nicolas Géant, apicultor de la región parisina que ideó la operación. «En zona de cultivos, producimos de 10 a 20 kilos de miel al año y por colmena, mientras que en ciudad llegamos a subir hasta 80 y 100 kilos», precisa.
Una paradoja que quiso ilustrar proponiendo la instalación de sus colmenas en el Grand Palais, «lugar histórico» y céntrico de París. Desde hace años, también hay panales en el tejado de la Ópera Garnier.
En las zona de cultivo ya no hay grandes extensiones de setos, ni árboles, ni flores. En cambio, en las ciudades «hay multitud de florecillas en jardines, terrazas, balcones, gran variedad de árboles en avenidas y parques -tilos, acacias, castaños- lo que es muy bueno para las abejas», explica.
París sufre la contaminación, sobre todo de gases que expelen los vehículos, reconoce, «pero esto no es nada comparado con las zonas de cultivo, donde hay muchos pesticidas, fungicidas o abonos que matan en masa a las abejas», añade.
La Unión Nacional de la Apicultura Francesa (UNAF) ha constatado importantes mortandades «en las zonas de grandes cultivos de colza, girasol, maíz en las regiones del suroeste, Alsacia y el Ródano».
En Europa, el exceso de mortalidad de las abejas oscila entre el 30 y el 35% desde los años ochenta, una situación debida a un conjunto de factores entre ellos los pesticidas, según la Agencia Francesa de Seguridad Sanitaria de los Alimentos (AFSSA).
En la ciudad, «no hay prácticamente pesticidas», señala Jean Lacube, el apicultor responsable de las ocho colmenas instaladas en el Hôtel de Région Ile-de-France, en el elegante distrito séptimo de la capital.
Por otra parte, las abejas de las ciudades benefician de temperaturas más suaves que en el campo, añade.
También están protegidas del temible abejorro asiático, que causa estragos en las colonias del suroeste de Francia desde hace años.
París cuenta con unas 300 colmenas declaradas, indica Jean Lacube. Pero «la apicultura urbana es un lujo», asegura, porque «la apicultura es una actividad campestre, el futuro no se encuentra en la ciudad».