Investigadores, apicultores y ecologistas libran
una batalla desde hace una década contra un aumento de la mortalidad de
las abejas que afecta de forma global, sin dejar de lado a la Comunidad
de Madrid. El declive de las abejas puede tener consecuencias
ecológicas y económicas de primer orden. Estos pequeños animales, los
principales protagonistas de la polinización, son un bioindicador y han
encendido la alerta.
El
99 por ciento de las abejas que mueren en Estados Unidos o Francia se
ha intoxicado con plaguicidas. En España ese porcentaje no alcanza el 50
por ciento, según los estudios del Centro Agrario de Marchamalo, en
Guadalajara, uno de los referentes españoles en la investigación de este
fenómeno. El resto se debe a la presencia de agentes patógenos que
debilitan su salud. Un reciente estudio de Greenpeace halló sustancias químicas en el 67 por ciento de las muestras tomadas en España.
Todas estas causas debilitan a las abejas y pueden producir su muerte y el colapso de las colmenas. No se sabe con seguridad cuántas colonias pueden estar afectadas, pero según Greenpeace, en Europa podría estar en torno al 20 por ciento. "En España los apicultores suelen reponer sus colmenas", explica el investigador Mariano Higes, del Centro Agrario de Marchamalo (Guadalajara), respecto a las abejas de la miel. Aparte quedan las abejas silvestres, que también están afectadas.
Los apicultores mantienen desde hace años una guerra contra los patógenos para mantener sus colmenas en buen estado. Existe un Plan Nacional contra la varroa, un parásito que se pega a las abejas, pero no está dando el resultado esperado. Según Mariano Higes, que trabaja en uno de los centros investigadores de referencia , los apicultores no lo están aplicando bien. Sin embargo, Julián Chimeno, presidente de una de las asociaciones de apicultores de Madrid, Asapia, defensor de los métodos naturales, asegura que este ácaro se hace cada vez más resistente a los productos químicos. Lo cierto es que no se ha conseguido eliminar desde que apareció en los años ochenta, cuando reapareció.
Chimeno siempre ha mantenido colmenas, aunque se ha dedicado profesionalmente a la publicidad. Desde hace años investiga sobre el terreno cómo mantener sanas sus colmenas y apuesta por remedios naturales para evitar la despoblación de sus colmenas. En concreto, ha desarrollado una colmena sanitaria y utiliza una vaselina con varias plantas medicinales, que ha patentado. "Este año de nosema no se me ha muerto ninguna", indica en relación al otro patógeno que afecta a las abejas en España. Para luchar contra él, el centro de Marchamalo también está buscando una solución ecológica, aunque por el momento ya se puede controlar, según explica Higes. "Es una pandemia que se ha extendido rápidamente", expone el experto.
Toxicidad de los plaguicidas
El principal caballo de batalla de Chimeno es, no obstante, el de los plaguicidias, aunque en su caso no pasa de ser una batalla dialéctica. "Ningún producto químico es bueno. La sociedad tendrá que ver hasta dónde puede llegar y qué no se puede hacer", mantiene este comprometido agricultor, que en alguna ocasión ha recibido presiones por criticar que el uso de plaguicidas en el campo. "El uso de químicos también contamina a los demás, no solo a las fincas donde se utilizan", critica.
Es una evidencia que los plaguicidas debilitan y matan a las abejas, y que son una de las principales causas de su declive. Además, las abejas son especialmente sensibles a su impacto, ya que se alimentan de polen y néctar, que pueden estar rociados directamente. Por este motivo, eliminar las sustancias más tóxicas es uno de los principales campos de acción para evitar el declive de las abejas. "Los plaguicidas tienen que ser más sostenibles", pide Higes. Greenpeace, que ha iniciado una campaña de concienciación, añade que se deberían respetar los hábitats naturales y favorecer la agricultura ecológica. Eso sí, el porcentaje de muertes por tóxicos en España es menor que en otro países. "En España todavía se conservan zonas silvestres y nuestro apicultores buscan zonas libres", explica Higes.
De los plaguicidas, se cree que los más peligrosos son los neonicotinoides, de los que Unión Europea ya ha prohibido tres y se espera que aumente la lista. No obstante, de las muestras españolas analizadas en Marchamalo solo en un 2 por ciento se ha detectado la presencia de este tóxico.
Todo el mundo coincide en la gravedad del problema. Solo a nivel económico, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) calcula que el trabajo de polinización realizado por las abejas, de las que dependen la mayor parte de los cultivos, estaría valorado en más de 150.000 millones de euros al año. "Pero las abejas no son solo importantes para la producción de alimentos, sino también para equilibrar los ecosistemas", advierte el investigador de Marchamalo.
Las abejas silvestres también están afectadas por todas estas amenazas, así como los abejorros, otros polinizadores, con un 46 por ciento de sus especies en declive en Europa. Una de las principales investigadoras del país, Concepción Ornosa, señala que en este momento se están haciendo varios estudios sobre las poblaciones silvestres. Uno de ellos es sobre los abejorros de la Sierra de Guadarrama, los Pirineos y Sierra Nevada. Respecto a Madrid, durante los estudios para la actualización del Catálogo de Especies Protegidas de la Comunidad, que nunca se llegó a publicar, se detectó que había 12 especies en situación de vulnerabilidad. Durante este tiempo, se han localizado casi una decena más, pero seguramente el número será muy superior, como advierte la entomóloga de la Universidad Complutense de Madrid.
"Las abejas llevan 110 millones de años sin apenas cambios. Y es ahora cuando se han vuelto sensibles, pero es por la presión humana", subraya la profesora. También es cierto que la preocupación por la situación de las abejas va en aumento. "Pero sería necesario que hubiese mucha más concienciación social y ser más escrupulosos con los factores que les afectan", expone la investigadora.
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Chimeno siempre ha mantenido colmenas, aunque se ha dedicado profesionalmente a la publicidad. Desde hace años investiga sobre el terreno cómo mantener sanas sus colmenas y apuesta por remedios naturales para evitar la despoblación de sus colmenas. En concreto, ha desarrollado una colmena sanitaria y utiliza una vaselina con varias plantas medicinales, que ha patentado. "Este año de nosema no se me ha muerto ninguna", indica en relación al otro patógeno que afecta a las abejas en España. Para luchar contra él, el centro de Marchamalo también está buscando una solución ecológica, aunque por el momento ya se puede controlar, según explica Higes. "Es una pandemia que se ha extendido rápidamente", expone el experto.
Toxicidad de los plaguicidas
El principal caballo de batalla de Chimeno es, no obstante, el de los plaguicidias, aunque en su caso no pasa de ser una batalla dialéctica. "Ningún producto químico es bueno. La sociedad tendrá que ver hasta dónde puede llegar y qué no se puede hacer", mantiene este comprometido agricultor, que en alguna ocasión ha recibido presiones por criticar que el uso de plaguicidas en el campo. "El uso de químicos también contamina a los demás, no solo a las fincas donde se utilizan", critica.
Es una evidencia que los plaguicidas debilitan y matan a las abejas, y que son una de las principales causas de su declive. Además, las abejas son especialmente sensibles a su impacto, ya que se alimentan de polen y néctar, que pueden estar rociados directamente. Por este motivo, eliminar las sustancias más tóxicas es uno de los principales campos de acción para evitar el declive de las abejas. "Los plaguicidas tienen que ser más sostenibles", pide Higes. Greenpeace, que ha iniciado una campaña de concienciación, añade que se deberían respetar los hábitats naturales y favorecer la agricultura ecológica. Eso sí, el porcentaje de muertes por tóxicos en España es menor que en otro países. "En España todavía se conservan zonas silvestres y nuestro apicultores buscan zonas libres", explica Higes.
De los plaguicidas, se cree que los más peligrosos son los neonicotinoides, de los que Unión Europea ya ha prohibido tres y se espera que aumente la lista. No obstante, de las muestras españolas analizadas en Marchamalo solo en un 2 por ciento se ha detectado la presencia de este tóxico.
Todo el mundo coincide en la gravedad del problema. Solo a nivel económico, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) calcula que el trabajo de polinización realizado por las abejas, de las que dependen la mayor parte de los cultivos, estaría valorado en más de 150.000 millones de euros al año. "Pero las abejas no son solo importantes para la producción de alimentos, sino también para equilibrar los ecosistemas", advierte el investigador de Marchamalo.
Las abejas silvestres también están afectadas por todas estas amenazas, así como los abejorros, otros polinizadores, con un 46 por ciento de sus especies en declive en Europa. Una de las principales investigadoras del país, Concepción Ornosa, señala que en este momento se están haciendo varios estudios sobre las poblaciones silvestres. Uno de ellos es sobre los abejorros de la Sierra de Guadarrama, los Pirineos y Sierra Nevada. Respecto a Madrid, durante los estudios para la actualización del Catálogo de Especies Protegidas de la Comunidad, que nunca se llegó a publicar, se detectó que había 12 especies en situación de vulnerabilidad. Durante este tiempo, se han localizado casi una decena más, pero seguramente el número será muy superior, como advierte la entomóloga de la Universidad Complutense de Madrid.
"Las abejas llevan 110 millones de años sin apenas cambios. Y es ahora cuando se han vuelto sensibles, pero es por la presión humana", subraya la profesora. También es cierto que la preocupación por la situación de las abejas va en aumento. "Pero sería necesario que hubiese mucha más concienciación social y ser más escrupulosos con los factores que les afectan", expone la investigadora.
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